Perspectivas del humanismo latino

Claudio Palavecino 1 Dic 201101/12/11 a las 12:12 hrs.2011-12-01 12:12:01

El sábado pasado me infiltré en un symposium sobre perspectivas del humanismo latino. La verdad sea dicha, no me colé, sino que fui invitado, aunque informalmente, por un amigo que oficiaría de ponente. Por supuesto, no faltó entre los expositores quien recurrió al tópico gastado de la universidad "mercantilizada", ignorante, cuando no derechamente menospreciadora, de las excelencias de la formación clásica, ampliando incluso su crítica a la sociedad entera, adoradora de la "inhumana" y "des-humanizante" bestia, la puta de Babilonia, la perversa economía. Tocaba la casualidad que el symposium era patrocinado, precisamente, por una universidad privada, se desarrollaba en las cómodas instalaciones de la misma y se contaba, además, en calidad de invitado principal, con la presencia del presidente de una generosa fundación privada italiana, dedicada a fomentar la cultura latina. Apenas terminado su largo y -cuando menos para mí insufrible- excursus, el "académico" se retiró ráudamente dejándome, amén de muy irritado, atragantado con algunas objeciones que me hubiera gustado plantearle. Para desahogarme las voy a exponer aquí, en este blog" para todos y para nadie".
En primer lugar me parece una cuestión digna de investigar si en el momento actual se podría comprobar factualmente lo que estos pregoneros de la decadencia parecen dejar entrever en su quejas, a saber un declinar de la calidad y cantidad de los estudios humanísticos, sobre todo en el ámbito de la investigación universitaria, en comparación, por ejemplo, con la actividad desplegada en todo el siglo XIX. Sospecho que no. Al menos no a nivel mundial (en Chile, claro, siempre hemos estado muy por debajo del umbral de las naciones civilizadas en estos asuntos).
Una segunda cuestión que libremercadoclastas parecen dejar de lado, es que ya sea en el ámbito de la universidad pública como en el de la universidad privada esos estudios e investigaciones se financian con recursos obtenidos directa o indirectamente de los contribuyentes, vale decir, de los sujetos privados y que su mayor o menor volumen depende, a fin de cuentas, del crecimiento económico de las naciones. Contra lo que la gente de a pie ( y otra no tan de a pie) cree, la pura voluntad política, el simple "querer", no financia la restauración y preservación de manuscritos, la enseñanza del latín y del griego o las becas de investigación.
Como tercera cuestión sobre la que sería necesario reflexionar detenidamente es si la sede propia de los estudios humanísticos es la universidad. Es cierto que ni en la universidad pública -masiva, sobrepolitizada y burocrática- ni en la generalidad de las universidades privadas que operan -sin que en ello vea yo un peceado nefando- bajo criterios empresariales, los estudios humanísticos constituyen la prioridad. Pero es que es hora de darnos por enterados que ya quedó definitivamente atrás la época en que la cultura clásica era vista como el saber por excelencia, como la sabiduría máxima a la cual la humanidad podía aspirar. Podemos compartir o no esta valoración, pero el hecho indesmentible es que, si se me permite decirlo en términos estadísticos, un porcentaje muy bajo de la población considera hoy por hoy que la verdad está en Aristóteles, en Cicerón o en Petrarca. Gústenos o no, en una sociedad democrática, la universidad responde a lo valores predominantes. A Nietzsche le gustaba repetir aquello de "pulchrum paucorum hominum est". La cultura clásica y el humanismo latino fueron, son y me temo que seguirán siendo asunto de pocos. ¿Podemos entonces exigirle a la universidad que les adjudique la máxima prioridad, que los consagre como estudios eminentes? Personalmente tal cosa me parece un despropósito. El humanismo renacentista fue obra de unos pocos, por cierto, generosamente financiados por mecenas privados, muchos de ellos mercaderes, la odiada gente rica. En mi opinión, el cultivo de la cultura clásica no tiene por qué ser monopolio de la universidad. Su pervivencia depende menos de políticas públicas o de transvaloraciones culturales difícilmente realizables, que de la existencia de un puñado de entusiastas, de locos enamorados del griego y del latín, o todo lo más, de pequeños cenáculos de estos sujetos extemporáneos, anacrónicos, desprovistos de burocracia y amparados -esto nunca cambiará- por generosos mecenas privados.
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Última Modificación 1 Dic 201101/12/11 a las 12:16 hrs.2011-12-01 12:16:01
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  • Osvaldo Guillen M.

    16 Dic 201116/12/11 a las 09:50 hrs.2011-12-16 09:50:16

    Javiera,

    No defiendo que el humanismo latino deba tener un lugar preponderante. Éste ya lo tiene en países que no son Chile. Por lo demás, tal como previne en mi comentario anterior, no creo que el humanismo latino sea toda la cultura. Una política de la cultura debe tener en cuenta tanto los conocimientos antiguos como los modernos.

    Intento, pues, demostrar que la imagen que se tiene de la cultura clásica es equivocada: la cultura clásica no está en peligro de perecer; al contrario, hoy en día existen infinidades de cátedras en el extranjero, seminarios de investigación y publicaciones dedicadas a este asunto.

    Lamentablemente, muy pocas de ellas están en Chile. ¿Es éste un caso anormal? Lo ignoro; sin embargo, aunque así sea, el problema no sería tan grave si en Chile existieran lugares para el desarrollo de cualquier conocimiento, sea antiguo o moderno.

    He aquí que entra en discusión la conformación de las funciones que debe desempeñar la universidad. Yo niego dos cosas: (i) que existan universidades en Chile; (ii) que la Universidad haya tenido en alguna época la función exclusiva de la pura contemplación.

    Desarrollaré únicamente el segundo punto, a pesar de que el primero requiera de urgentes matices.

    No pediría aprender a un ingeniero o a un médico las teorías de Platón y Aristóteles. Esto es sencillamente ridículo. En sus respectivas profesiones hay campos para la contemplación que nada tienen que ver con ninguno de estos autores. Tampoco les pediría a todos los estudiantes de medicina e ingeniería dedicarse a lo que he venido llamando contemplación. No es un camino abierto para todos ni ha sido en ninguna época el camino preferido.

    Sostengo que la Universidad es también el lugar de la contemplación. Recalco el ‘también’, pues no estoy diciendo ‘la Universidad es el lugar de la contemplación’.

    Algunos llaman a la contemplación investigación, pero creo que se equivocan. La contemplación incluye a la investigación, pero puede ser más amplia. Hay, por ejemplo, en la ingeniería ramas que, para el interesado en las matemáticas, son más aptas que otras; en ellas, el estudio ya es una forma de contemplación. Lo mismo ocurre en el derecho, lo que no excluye la contemplación en cualquiera de sus ramas.

    Contemplación no quiere decir abstracción de la realidad. Hay ocasiones en que Antonio Bascuñán contempla resolviendo problemas procesales.

    Contemplación no quiere decir ascetiscmo. El clásico ejemplo de la fortuna obtenida por Tales de Mileto como resultado de sus anteriores contemplaciones puede responder a esta ambigüedad.

    Dicho esto, podría ampliar las razones para considerar valiosa la contemplación en los establecimientos de educación superior en Chile, pero no me está permitido abusar de la paciencia de los otros.

    Saludos cordiales

  • Javiera Ocampo S.

    15 Dic 201115/12/11 a las 21:11 hrs.2011-12-15 21:11:15

    Osvaldo, no creo defender el status quo, más bien considero que darle una importancia preponderante a dicho tipo de estudios es una especie de mantener el status quo, y evitar el desarrollo de otras áreas por el hecho de estar mirando constantemente al pasado. En lo personal creo que el humanismo latino sí es relevante, sí debe ser estudiado, y sí debe ser parte de la cultura general de las personas, no sólo dentro de las universidades, donde se recoge este tipo de actividades para un desarrollo más especializado de las mismas; sino que también en las escuelas, y colegios, donde se sientan las bases de los conocimientos. En lo que no concuerdo es en darle un lugar privilegiado al humanismo latino, o proponer políticas educacionales que le den prioridad respecto de otras áreas de la educación, y esto sólo porque no veo un motivo, una razón suficiente para priorizar el humanismo latino en desmedro por ejemplo de los estudios científicos, respecto del avance genético.
    Respecto a lo que dices respecto de que la Universidad puede ser también un lugar para la contemplación, estoy completamente de acuerdo contigo, pero no creo que dicho ideal deba ser impuesto a todos los integrantes de la universidad, por lo que los que realmente tengan un interés en el marco de ese conocimiento, y esa cultura pueden desarrollarlo libremente. Lo que no se puede, desde mi perspectiva, es imponerlo por ejemplo a un ingeniero a un médico que aprenda acerca de las teorías platónica y aristotélicas de la justicia, cuando ello claramente no forma parte de su área de conocimiento.

  • Osvaldo Guillen M.

    14 Dic 201114/12/11 a las 10:58 hrs.2011-12-14 10:58:14

    Javiera, tu comentario me confunde en varios aspectos. No me confunde porque sea una defensa del status quo; sino porque en tu comentario se encuentran mezclados sin distinción algunos lugares comunes incompatibles con las respuestas “a las muchas interrogantes que genera el mundo en la actualidad”.

    Pero antes, unas observaciones. No estoy seguro del alcance que le das a tu respuesta. Varios elementos me indican que querrías aplicar tu análisis a las universidades extranjeras, además de las chilenas. En primer y único lugar, porque no te refieres concretamente a la educación chilena; más bien, lo que llevas dicho dice relación con los fines que en la actualidad cumple o debería cumplir el ‘sistema educacional’.

    Sea que tu comentario se refiera a Chile, o a Chile y otros países, lo cierto es que supone un estado de la educación universitaria que no tiene parangón en la realidad. Como vengo repitiendo, la cultura clásica no es toda la cultura; o dicho con más fuego, quien no tiene el coraje de frecuentar a los detractores de la cultura clásica, conspira contra la cultura.

    Concentrado, por esta sola vez, única y exclusivamente en la cultura clásica, te prevengo: los estudios clásicos no están muertos; al igual que ocurre con la música docta, en tiempos recientes se han multiplicado los lugares donde su estudio es cosa frecuente. Las últimas ediciones críticas, bilingües y hasta trilingües de Aristóteles no cuentan cuarenta años, son recientes. Curiosamente, suelen ser universidades los sitios que albergan y dan protección a estos estudios.

    En Chile, es cierto, la situación es distinta. Aquí las humanidades pasan por muertas. En esto estamos de acuerdo (yo llegué a decir que las universidades chilenas no merecen recibir tal nombre). También en que su estudio no es para cualquiera (también dije Chile tiene un puñado de estudiantes dignos de una universidad que no conocen).

    En lo siguiente no estoy de acuerdo, y es ahora cuando adquieren relevancia las observaciones hechas más arriba:

    “En la actualidad, la preocupación de nuestro sistema educacional es la formación de sujetos competentes para la vida laboral, que puedan ser útiles para la sociedad en su conjunto; más que buscar individuos dedicados a la contemplación de conocimientos, que si bien útiles y ricos por sus contenidos, no lograr responder a las muchas interrogante que general el mundo en la actualidad.”

    No pongo en duda que, a lo largo de toda su historia, la Universidad ha formado y continúa formando profesionales nada contemplativos. En buena medida, ésta siempre ha sido una de sus funciones más relevante. Todas las épocas, y especialmente las más cercanas a la nuestra, han necesitado de abogados, matemáticos y teólogos. Sólo algunos abogados llegaron a ser como Pufendorf y Bodin (quienes por lo demás ejercieron la profesión), otro tanto ocurrió con matemáticos y teólogos. Las Universidades nunca han dejado de responder “a las muchas interrogante que genera el mundo en la actualidad”.

    Sin embargo, es una cosa distinta sostener que la Universidad no es también el lugar para la contemplación. Con esto quiero decir que no le niego lugar a la formación que cada uno pueda obtener mediante intercambios voluntarios, pero rechazo la identificación de la Universidad con un Centro de Formación.

    He llegado a una formulación de nuestras discrepancias que tiene forma de slogan. Suena bien, quizás convenza, pero no señala de forma clara cuáles son sus fundamentos. Por suerte para nosotros, he mencionado algunos; la destrucción de la Universidad en Chile a través de una equivocada representación de la educación universitaria es otro.

    Como conservador, no creo que esto tenga marcha atrás. El movimiento por la educación es un fiel defensor de la movilidad social a través de la tecnificación de la educación universitaria. Los chilenos preocupados de la cultura tendrán, pues, que hacer uso de sus pies y manos, formar nuevas Academias o Liceos; pensar, en definitiva, la salvación de la nación donde “cada ciudadano es un Herodes que quisiera matar en ciernes la luz que se levante.”

    Saludos cordiales

  • Javiera Ocampo S.

    13 Dic 201113/12/11 a las 23:00 hrs.2011-12-13 23:00:13

    Creo que el desarrollo en extenso de este tipo de conocimientos, más que depender de una política dentro de las universidades o establecimientos educacionales , debe darse por las personas efectivamente interesadas en dichas áreas del conocimiento - los que por lo general son los menos -. Si bien considero que efectivamente la cultura clásica sienta las bases de todo el saber de occidente, no pasa por ello a convertirse en la aspiración máxima de los sujetos que conforman nuestra sociedad. Esto porque, como usted dice, se ha confirmado que dichos autores no poseen la verdad, y también porque en la actualidad la preocupación de muestro sistema educacional es la formación de sujetos competentes para la vida laboral, que puedan ser útiles para la sociedad en su conjunto; más que buscar individuos dedicados a la contemplación de conocimientos, que si bien útiles y ricos por sus contenidos, no lograr responder a las muchas interrogantante que general el mundo en la actualidad.

  • Gabriel Budnik O.

    6 Dic 201106/12/11 a las 00:14 hrs.2011-12-06 00:14:06

    Si dijeramos que a muy pocos les interesa las humanidades, no estaríamos en un error, sin embargo, el que a uno algo le interese o no, requiere de cierta reflexión frente a la propuesta, personalmente creo que aquí comienza el problema. Nuestra sociedad está constituída con todas las miradas enfocadas hacia intereses prácticos, lo cual deja fuera todo lo que no nos lleva a abultar nuestra economía, es mas, largo tiempo ha costado para que las personas valoren calidad sobre cantidad, entonces es como si fueramos incapaces a priori de tener claro que camino elegir sobre otro. La historia, el arte, la literatura y la filosofía requieren de seres que sintonizen con la escencia de las cosas, del gusto por el saber y sin el gusto al denominado exitismo tan ponderado hoy en día. Todo hombre frente al paso del tiempo, se enfrenta a una realidad que lo coloca ineludiblemente en un sitial de preguntas, esperando encontrar respuestas aliviadoras frente a la realidad que vive, desgraciadamente de lo que no se ha sembrado adecuadamente en su momento, no puede resultar una buena siembra, por lo que las humanidades debiera estar contemplado como recurso indispensable para mejorar nuestro ser.

  • Miguel Pelayo S.

    5 Dic 201105/12/11 a las 18:43 hrs.2011-12-05 18:43:05

    Estimado Profesor:
    La cultura clásica hoy no tiene lugar en la Universidad porque la misma ha cambiado su orientación. Hoy la Universidad está enfocada en formar profesionales competentes capaces de competir en el mercado laboral, luego, no es necesario pensar mucho para darse cuenta que los estudios de los clásicos no representan actualmente gran utilidad. En este sentido, la Universidad ha dejado de ser un lugar del cultivo y la preservación del saber, para convertirse en una institución práctica y despersonalizada que forma pero no educa. El gran problema no sólo radica en que las condiciones imperantes de la sociedad empujan a las instituciones a tomar esta postura, sino que también se expresa en que el valor de estas ideas para nuestra sociedad actual es relativamente escaso. Más de alguna he escuchado la frase de que son "ideas viejas" y que en realidad sólo sirven para tener un "lenguaje filosófico básico", mas no se les considera como algo digno de cultiva, estudiar y profundizar.
    Con todo, no creo que sea deber del Estado propiciar el cultivo y la preservación de los clásicos, ya que el Estado tiene cosas más importantes de las que preocuparse y no puede perder recursos y esfuerzos en algo que difícilmente puede retribuir algo palpable a la sociedad. Son los privados los que deben cargar con la responsabilidad de preservar y cuidar este conocimiento. No debemos soslayar la realidad que nos releva la historia: los conocimientos que son de las élites se mantienen en las élites (no tienen porque ser aquellas personas con mejor educación o mayores recursos, pero por lo general, élite tiende a coincidir con estas categorías) porque no sólo son ellas quienes los preservan, sino además porque son sólo ellas las capaces de apreciarlo y merecerlo.
    Por último, de la misma forma en que se dice que las sociedades tienen los tiranos que se merecen, las sociedades tienen la cultura que se merecen.

    Saludos cordiales
    Miguel Pelayo

  • Diego Ibarrola

    5 Dic 201105/12/11 a las 01:18 hrs.2011-12-05 01:18:05

    Profesor,
    al contrario de lo que usted piensa, yo creo que el rol de propiciar la investigación y el de preservar a las humanidades sí pertenece a las universidades, las de verdad. No creo que sean los mecenas actuales quienes deban actuar de ese modo, pero de todos modos resulta bien recibido.
    Lamentablemente, sólo quien tiene mayor acceso a la formación de calidad, ya sea en una universidad pública o privada, podrá en un futuro tener los conocimientos o la capacidad de obtener estos, y de este modo contribuir a preservar la cultura y hacer investigación. Es por eso que esta labor se acota sólo a un grupo determinado de personas, a quienes puedan pagarlo y tengan además la capacidad y el interés de hacerlo (y siempre ha sido así).
    La universidad es el lugar donde deben darse las condiciones propicias, tanto monetaria como espiritualmente, para preservar la cultura, el saber y hacer investigación. Es una misión país hacerlo, ya que de esto todos nos beneficiaremos a largo plazo, por qué dejarlo entonces a los privados? No lo planteo desde un punto de vista ideológico, sino que meramente práctico. Es deber del estado propiciar la investigación y el mantenimiento de las en parte olvidadas culturas, ya que de esto tendremos dividendos a nivel país.

  • Roberto Carrillo A.

    4 Dic 201104/12/11 a las 20:56 hrs.2011-12-04 20:56:04

    Estimados,
    Al respecto del estudio del humanismo, creo que todos igual sentimos un gran pesar por la situación actual y el tratamiento que éste recibe. Claramente se ve más atractivo estudiar la libre competencia que el latín (por las posibilidades que te abre la primera y su "reconocimiento" socio-económico).
    Ahora bien, el quién debe ser el pilar para que irradie a la comunidad este conocimiento en el olvido no es cosa menor. Creo que imponer tal obligación a la universidad pública no corresponde, puesto que ella se obliga a sus estudiantes a impartir una carrera, que tiene una malla de acuerdo a su contenido, y una posterior entrega de un título para poder trabajar. Aplaudo a su vez que ésta (la universidad) tenga extensión, investigación y electivos de estas áreas, pero por ejemplo modificar la malla obligatoria para incluir esta rama sería un atropello a las expectativas de los alumnos y sus familias, y a su vez del mercado laboral con respecto al alumno que reciben. Es por esto que creo que junto a las universidades, quizás el Estado podría crear asociaciones que fomenten esta rama del saber y que la preserven, incluso con programas a nivel comunal (para que los interesados tengan acceso, puesto que claramente no es gusto de todos, pero no por ello se les debe restringir a ir dirigirse a la universidad para aprender)

    Saludos!

  • Daniel Moris O.

    4 Dic 201104/12/11 a las 16:03 hrs.2011-12-04 16:03:04

    Estimado profesor, comento en orden inverso de lo que Ud. propone.

    No sabría responder con exactitud si es la universidad (pública, o hasta privada) a quien corresponde instruir a quienes por ella se paseen en los clásicos de ayer y siempre, sea idiomas, sea literatura, sea música o más ampliamente "cultura". Quizás a la universidad no le corresponde culturizar a la gente, quizás la gente tenga que culturizarse entre ella. La cultura (entendida como estudio de los que vinieron antes, me imagino que ni los griegos se estudiaban ellos mismos en este sentido), la música, y todos los placeres intelectuales que han estado no tan cercanos de la generación de ingresos han sido -casi- siempre cuestión de aportes privados, y siempre unos pocos. Dudo que la universidad, sobre todo las chilenas, sea un faro de cultura que ilumine a las generaciones, y que dentro de sus paredes caminen sólo intelectuales y pensadores preocupándose de mejorar el mundo y creando nuevas ideas para la humanidad. No creo que la universidad pueda cumplir esta misión, misión que en mi sentir debería rescatarse. En algún lugar algunos se interesarán por los clásicos, se dedicarán a estudiarlos, y traspasar su sabiduría a los que vendrán luego. Tiene que haber algún lugar que se salve de la democracia, para que algo se salve, y parece que la universidad no es aquel sitio. De todas formas, hay que admitir -aunque duela a veces- que el estudio de los antiguos se ha convertido en un "gustito", como apreciar una buena obra de arte, sea una escultura, una pintura, un poema, o ir un viernes a ver a la sinfónica a luca (luca para los estudiantes de la Chile), y es el mismo Aristóteles que en su Política, al hablar de educación, le restaba importancia a los estudios musicales y artísticos.
    Como es cuestión de unos pocos, y no se paga solo, puede esto ser otra razón para que no sea la universidad (ahora sí sobre todo la pública) el lugar en el que se destinen recursos para este noble fin.
    Finalmente, el sentir de decadencia de los tiempos actuales no es nada nuevo, cada vez el tiempo pasado va siendo mejor, más docto, más ilustre, más sutil, más amable y tranquilo, donde quizá hasta dé gusto vivir. Posiblemente sea que hace mucho tiempo perdimos algo que le daba sentido a esto, o posiblemente sea que el mundo es simplemente decepcionante. Al respecto recomiendo "Medianoche en París", de Woody Allen.

    Saludos, y ojalá que no seamos tan pocos los que creemos que de algo vale la pena no siempre seguir a la mayoría. Como dijo "el Puma" Rodríguez: a veces hay que escuchar la voz del pueblo. Y tenemos que preguntarnos por el alcance de ese "a veces".

    Daniel

  • Pablo Ortúzar M.

    3 Dic 201103/12/11 a las 13:57 hrs.2011-12-03 13:57:03

    Estimados,

    Con la Universidad ocurre como con los barrios del centro que sufren procesos de gentrificación (migración de habitantes de mayores ingresos a barrios desvalorizados) gracias a compañías tipo Paz Froimovich: aquel bien apreciable (en ese caso se vende "la vida de barrio apacible, conversando con el almacenero de la esquina frente a la plaza con pileta y organillero, pero con todas las comodidades de un moderno edificio") ofrecido democráticamente (precios bajos, crédito, etc.) es destruido en su forma ideal justo en el movimiento de alcanzarlo (remodelación desplaza antiguos vecinos, que da la casualidad que eran el almacenero, el organillero, etc y llena de edificios el sector). Así, lo que se alcanza una vez instalados los edificios es otra cosa, quién sabe cuál, pero no el apacible barrio.

    En el caso de la universidad, su democratización gracias a su mercantilización terminó convirtiendo la experiencia universitaria en algo muy distinto a lo que era con anterioridad.

    Antiguamente estudiaban en la universidad exclusivamente las elites, esto es, parte de la clase alta y parte de la mesocracia pública formada al alero del Estado y algunas empresas privadas. Casos excepcionales eran las personas que no pertenecían a estos grupos que podían estudiar en la universidad, a pesar de que ésta era gratis. En otras palabras, la oligarquía y la mesocracia, que en conjunto concentraban el poder económico y político del aparato burocrático estatal, usaban los impuestos de todos para pagarse la propia educación. Por fuera de la universidad, sin embargo, el trabajo y la persistencia permitían cierta movilidad a personas no calificadas y no era, en cualquier caso, el mérito universitario el mayor factor distributivo de la riqueza. Mucho más importantes eran las familias de orígen, los vínculos matrimoniales y la afiliación a clubes y partidos políticos. Los estudios universitarios, por lo mismo, no eran muy especializados sino más bien "generalidades" vinculadas a la adquisición de conocimientos útiles, buen gusto y conocimiento clásico atravesado por el operar de clubes y partidos, por supuesto.

    El desarrollo económico del país fue presionando la necesidad de especialización y calificación del trabajo en todos sus niveles. Así, la posibilidad de movilidad fue exigiendo cada vez más certificaciones. Y la universidad fue vinculándose, dada esta nueva e inusual demanda, a la distribución de títulos con valor de mercado y sufrió un proceso de tecnificación.

    El nacimiento de universidades privadas fue el camino de la democratización de la universidad: ahora casi todos pueden competir por títulos que certifican habilidades y conocimientos y que tienen un cierto valor de mercado. Sin embargo, esa democratización fue incompleta, porque convivió y convive con las lógicas de la antigua universidad, no democrática, elitista y selectiva, que, tecnificada y todo, mantiene sus ideales "clásicos". Además, por supuesto, de generarse un mercado donde los aranceles se cobran como si se estuvieran pagando títulos del ancien regime universitario (Parra decía en los 60 que los títulos universitarios eran nobiliarios), cuando en realidad, por la propia democratización de la universidad, éstos ya prácticamente no existen (lo que termina haciendo que, en realidad, el precio de los aranceles no refleje sino ilusiones en vez de el retorno promedio futuro de la inversión que se hace).

    El actual movimiento tiene esas dos almas contradictorias en su interior, exige democratización pero a la vez elitismo. Ues complejas y elitistas, pero para todos. En ese enredo es que se ahoga. Sin embargo, imparable, lo que se acerca es la democratización definitiva de la universidad y, por tanto, su tecnificación total.

    A lo que voy con todo esto es que la universidad clásica tal como la imaginamos probablemente ya no existe, al menos en nuestro país. El espíritu gratuito de ese mundo elitista convivie a duras penas con la competencia por títulos con valor de mercado. Con ello ha sufrido cierto descrédito la figura del "letrado" a la Juan Gómez o Jorge Millas y, por supuesto, el estudio de cosas que parecen medio inútiles, como los clásicos. Pero ese descrédito bien podría ser momentáneo.

    Sin embargo, nunca el estudio de los clásicos fue más fácil que hoy, en este mundo "malvado y capitalista". Nunca las colecciones Gredos se vendieron en los quioscos, se pudo conversar por mail con los mejores filólogos del mundo o comprar por amazon las mejores ediciones de lo que sea a precios bajos.

    Siendo esta la situación, los llamados estatistas sin fondo y la indignación por la decadencia no tienen mayor sentido. Los estudios clásicos gozan de buena salud y existen distintos fondos estatales, y algunos mecenas privados que Ruiz de Gamboa no conoce por no estar dedicado a estas cosas, que financian sus avances.

    El problema actual parece más bien de publicidad en su sentido antiguo. No hay mucho prestigio hoy en el conocimiento ilustrado o más bien ese prestigio no es hegemónico. Antiguamente lo había porque la opinión pública estaba formada por señoras y señores de tertulia y un par de revistas preocupadas de los últimos debates y ropajes de París. Ya no vivimos en una pequeña sociedad como esa sino en una sociedad de masas, y el juicio de las masas sobre estas cosas jamás ha sido demasiado favorable. La opinión pública de hoy hace competir a Cicerón con Yingo o Pilar Sordo, y es justo que lo haga. La universidad moderna lo hace competir con procesal y microeconomía, y es justo que lo haga.

    Prestigiar el interés por estos asuntos pasa entonces, finalmente, no por el Estado y sus supuestos conocimientos taumatúrgicos, sino por la iniciativa de quienes consideran que estos estudios son muy valiosos, su inclusión en programas universitarios, etc.

    Por lo demás, y esto bien lo señala el profesor, los hijos y nietos de los clásicos exigen su espacio y hemos de dejárselos. La modernidad y sus avances, autores y debates tiene su propio y profundo valor y no parece haber menos razones para leer a Hayek o a Prigogine que para leer a Platón o Lucrecio.

    En conclusión, el reclamo de la "pérdida de lo clásico" es un reclamo de pérdida de jerarquía y prestigio de lo clásico entre la opinión pública en las sociedades democratizadas. Mismos reclamos hubo en los 60 en Estados Unidos. Pero ese mismo mundo democrático, instrumental y capitalista es el que genera las condiciones para que hoy como nunca lo clásico sea estudiado hasta el hartzago, incluso por legos, subsistiendo en institutos, centros de estudios y fundaciones varias - algunas vinculadas a universidades, otras no- pero desplazado de los pregrados y la mayoría de los posgrados, porque, claro, la universidad democrática no es su lugar en la sociedad moderna. Al menos no en un podio de oro (puede volver en forma de electivos, lectura sugerida, etc.).

    Saludos,

    Pablo.

  • Osvaldo Guillen M.

    3 Dic 201103/12/11 a las 11:40 hrs.2011-12-03 11:40:03

    Estimado-pero-no-querido Juan Pablo Ruiz de Gamboa,

    Sostienes estar de acuerdo conmigo, pero no especificas hasta dónde llega tu igual convencimiento. Por mi parte, sé que nuestros análisis no coinciden.

    Iniciaré mi respuesta proponiéndote una distinción. El estudio de los clásicos griegos y latinos es una cosa distinta de la cultura clásica. Reconozco que ambos aspectos del problema se confunden en mi anterior comentario, pero esto se debe a que no concibo a ninguna en decadencia.

    Demostrar que los estudios clásicos en el mundo no están en decadencia es fácil. Basta con consultar los catálogos de las numerosas editoriales universitarias del extranjero. Demostrar que en Chile los estudios clásicos no están en decadencia es más arduo, pues no hay una tarea editorial semejante. Sin embargo, continúan existiendo los investigadores. Algunos residen en Chile, otros decidieron quedarse en el extranjero. Son chilenos, de todos modos.

    Sé que esto no puede satisfacer a nadie. Es razonable exigir para reconocer mi punto que demuestre que también entre los alumnos los estudios clásicos se mantienen firmes.

    No lo haré, pues estoy consciente que, aunque así lo hiciera, todavía tendría que contar con un fondo que me sirva de telón de contraste. Hablar de decadencia supone comparar dos estados separados en el tiempo. Dudo que semejante tarea se pueda llevar a cabo en tan estrechos márgenes.

    Un fondo al cual creo que implícitamente apelas, mi estimado Cicerón, es la antigua educación pública. Desde ese punto de vista general, creo que no podemos estar en desacuerdo, aunque sea por razones distintas. Por mi parte, negando que a las actuales universidades les corresponda ese nombre, y reconociendo un valor intelectual limitado en cierta porción del alumnado.

    Lo anterior, claro, no me impide atacar tu espiritual concepto de la cultura clásica. En primer lugar, señalando algo que debiera ser obvio para quien vive entre libros. La cultura clásica no es toda la cultura; una formación puramente clásica es una formación parcial. Y, sinceramente, no se distinguen las almas superiores al intuir en las páginas de Homero la maestría; si no se tiene el coraje de frecuentar a los detractores de la cultura clásica, entonces, sépalo bien, se conspira contra la cultura.

    Estoy por la cultura, no por una porción de ella. Por eso no dudo en sostener la ficción que ronda en torno al tópico de la siempre-decadente-cultura-clásica. Herbert Read, el crítico literario marxista, podría darle una pista. Escribió una ensayo, que estoy traduciendo, titulado ‘To hell with culture’. Muy recomendable.

    A renglón seguido, usted inicia una nueva polémica. ¿A quién le corresponde la promoción de la cultura, sea cual sea su denominación? Arriesgo ser tachado de presuntuoso por citar una de mis respuestas anteriores, pero qué importa. “Deben existir las instituciones -sin importar su naturaleza- que han ayudado en el pasado y el presente a acercar a los individuos a la cultura.”

    Saludos cordiales,
    Osvaldo Guillén

  • J. Pablo Ruiz de Gamboa

    3 Dic 201103/12/11 a las 02:01 hrs.2011-12-03 02:01:03

    Querido Osvaldo, porque estoy de acuerdo contigo, me sorprende que frente a tan desoladora visión tu reacción no sea una decidida aventura, sino más bien un arbusto encendido que alumbra pero no quema, como aquella visión bíblica. El diagnóstico sobre el desahucio de la cultura clásica es, y así lo creo, ampliamente compartido. Pero todo razonamiento metodológico nos empuja a que después de la radiografía corresponda una posible solución, momento en el que tu discurso hace oídos sordos. Lo anterior, justifica la pregunta de a quién se le debiese exigir la supervivencia del pensamiento de aquellos estudiantes "más avezados". En terminología jurídica la cuestión se reduce a lo Público o Privado. Los mecenas, como menciona el profesor, cumplieron un rol importante en el desarrollo cultural mientras éstos, dadas las correspondientes condiciones económicas, pudieron entregarse al ocio que significaba mantener el arte, la música y la cultura en general, sin que significase un enriquecimiento propiamente económico; las obras de grandes artistas no tienen sino valor en cuanto uno es capaz de apreciarlas, lujo que no se da de forma natural como sí se pretende de las leyes económicas en todo el espectro social. Una vez perdido el interés - o siendo condescendientes, la posibilidad de disfrute del ocio - por distintas circunstancias económicas el privado no tiene otra razón más que la mera liberalidad para dedicarse a estos menestere,s y desde la perspectiva de aquel estudiante privilegiado, éste no posee elemento intersubjetivo alguno que obligue al otro a prestarle auxilio en la persecución del saber.

    Dado lo anterior no es sorprendente que la sociedad, intuyendo "el saber" o una espiritualidad de carácter superior, exija al que sí se siente obligado por las demandas, quien se da como depositario de la potestad dada por la nación: El Estado, lo público, y dicho de forma más cruda, el Fisco (pues son los recursos los necesarios; Lo programático es discutible). Es en la imposibilidad de negarse, o siendo más correcto, en la imposibilidad de corregir a gusto propio su rumbo, que el Estado es la persona más calificada para dirigir y fomentar el desarrollo cultural del país. Que hasta el momento no lo ha hecho. De acuerdo. Que ha demostrado ser un mal administrador. De acuerdo. Pero lo que no se puede negar, es que el rumbo de la cultura en Chile está a la deriva y es necesario, en palabras de nuestro pintoresco presidente, un cambio de timón hacia las amplias mayorías. Quizás el Estado decida algún día hacerse cargo de tal misión, y estará bien. Quizás el sector privado decida pelear directamente contra el Estado por aquel espacio, aludiendo el gran provecho que le produjo a las distintas civilizaciones su participación en dicha instancia, y estará bien. Todo, absolutamente todo movimiento será provechoso, en cuanto nos saque del profundo letargo en el que nos hayamos y ponga en pugna la definición del verdadero sentido, hoy perdido, de la cultura clásica.

  • Gabriel Budnik O.

    2 Dic 201102/12/11 a las 23:06 hrs.2011-12-02 23:06:02

    Hoy en día la filosofía, ontológicamente hablando, no se vive, no se siente. Si basta con tener presente que para sentir este amor hacia la sabiduría, uno debería dedicar un buen tiempo del diario vivir en pensar (en el ámbito del "ocio" y no del sobrestimado "negocio"), cosa que no hacemos. Producto de lo anterior, el grado universitario no es lo mismo que antes. Hoy no se estudia por saber, hoy el hombre no se asombra, no descubre cosas, simplemente repite y transforma todo en rutina. Es esta misma falta de asombro la que precisamente ha llevado al ser humano a desviarse de aquella forma de pensar clásica. Lo trágico es que dentro de este mar de "desinteresados", existen pocos entusiastas que realmente quieren estudiar para saber, para crear, para asombrarse, pero bajo el actual sistema educacional (y orden social) saben que no lo lograrán y así lo que pasa es que muchos frustrados filósofos, historiadores, músicos, artistas, etc. etc. etc. se dedican a "carreras tradicionales", alejándose de su interés y pasando a ser uno más del montón.

  • Osvaldo Guillen M.

    2 Dic 201102/12/11 a las 21:55 hrs.2011-12-02 21:55:02

    Estimado profesor,

    Es cierto, en Chile los estudios clásicos sobreviven a duras penas. Pero esta no es toda la cultura ni Chile es el único país del mundo. No sé qué tan útil pueda ser una investigación comparativa como la propuesta.

    Porque soy un entusiasta lector de los antiguos sé que en otros países estos estudios abundan y las ediciones se suceden cada año. En Chile, donde incluso la filología es desconocida como rama universitaria, sus estudiantes no pueden esperar seriamente ninguna colaboración del aparato superior, sea público o privado. Deben, por el contrario, actuar rebuscando oportunidades. Pagar cursos, comprar libros y hacer todo lo posible para que de vez en cuando una institución –quizás, una universidad- los aprovisione de los insumos más caros: un profesor, una biblioteca, un curso de una lengua muerta como sus aulas.

    De todos modos, es a lo menos recomendable sostener un programa que permita a los estudiantes más avezados continuar sus investigaciones en el extranjero. En Chile, esa función la cumplen con arrojo y devoción un par de profesores en el Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos.

    Usted repara en una tercera cuestión, ¿es la universidad la sede propia de los estudios humanísticos? Contesta negativamente, creo, por las razones equivocadas. Sus argumentos para el ‘no’, aunque variopintos, remiten a dos vetas principales: (i) en la cultura clásica ya no reside el saber por excelencia, (ii) la universidad es el asiento de los valores predominantes. Resulta entonces que, dado el diagnóstico de pobreza y desinterés el pensamiento de los antiguos, la universidad sólo puede cobijar pobre y desinteresadamente a esos estudiantes.

    En verdad, yo iría más lejos que usted. Dudo que en Chile existan universidades como las que pensaron Friedrich Nietzsche o Wilhelm von Humboldt. Existen -son la minoría- estudiantes dignos de una universidad que en Chile no conocemos.

    Pero, por otro lado, yo no me aventuraría a afirmar que en algún momento de la historia de la humanidad existió una cultura clásica predominante que ahora ha decaído. Lo anterior supondría enfrentar a los estudiosos con un grupo de personas que habrían ocupado los espacios que antes estaban reservados para los primeros. Estos falsos dilemas que tanto agradan al periodista cultural prefiero omitirlos.

    Gracias por promover la discusión de temas tan interesantes.

    Saludos cordiales,
    Osvaldo Guillén

  • Andrea Jiménez Laurence

    2 Dic 201102/12/11 a las 19:49 hrs.2011-12-02 19:49:02

    (continuación: se cortó)
    Está bien, no podemos exigir que todos logren apreciar el transfondo de estudiar a los clásicos, pero deben conocerlos.
    Esto no significa que deba ser monopolio de la Universidad, tampoco es ella quién debe generar más investigación sobre el tema, pero sí debe ser fuente para todos sus alumnos y para el resto de la sociedad.
    Y si esto se logra mediante contribuciones privadas, públicas, o - sobretodo en nuestra Universidad - por el puro 'amor al arte' (dicho vulgarmente) [sobre todo la labor de los ayudantes investigadores], no importa, pues, no creo que sea relevante para 'las humanidades' quién las preserva y las rescata, pues no se hace a favor de quiénes lo hacen, sino, a favor (del patrimonio) de la humanidad.

  • Andrea Jiménez Laurence

    2 Dic 201102/12/11 a las 19:48 hrs.2011-12-02 19:48:02

    En la lógica de hoy, cómo bien se manifiesta en su opinión, ha quedado atrás el conocimiento y apreciación de la cultura clásica. Es cosa de conversar con nuestros abuelos, para notar que las cosas que las lecturas 'que debían' leer e incluso memorizar distan bastante de los best-sellers que hoy adornan la mente de los jóvenes - por algunos segundos, pues, rendida la prueba, olvidan hasta el título (¿y es que, en la cultura del desperdicio, quién los podría culpar de no querer (o poder) recordar textos mediocres y desechables?) -.
    Esto se debe al cambio de paradigma, según el cual, a un colegio se le hace más atractivo tener niños expertos en resolver preguntas de alternativas, antes que fomentar el espíritu crítico, que se desarrolla, no precisamente desde la economía, sino, del estudio y lectura de la filosofía, de la historia, de las epopeyas y la poesía.
    Hoy en día, no creo que se pueda hacer un llamado efectivo a dejar de lado los tests (SIMCE, PSU, etc.) en los colegios, en pos de la lectura profunda de la Odisea. No creo que se logre que la salida semestral al cine o a la obrita de moda, se transforme en una aventura hacia Agustinas 794.

    Aún así, considero que la Universidad es la última oportunidad de lograr inculcar un cambio. No sé cuántos entramos a ella buscando 'El Saber' ni cuántos entraron buscando un título, pero, por lo menos, para el primer grupo, la Universidad no puede desentenderse de esa tarea, no puede permitirse a que quiénes pasen por sus aulas (todos) no puedan reconocer cuánto de humanidad hay en los mitos griegos.

  • Andrei Candiani G.

    2 Dic 201102/12/11 a las 08:44 hrs.2011-12-02 08:44:02

    Es importante el rescate de la cultura clásica, en tanto base de la civilización occidental. Una medida importante es la instauración del Latín como asignatura, cuya importancia es latente como base de las lenguas romances, así como un instrumento para aprender lenguas distintas del español pero con la misma base (o incluso algunas con influencias del Latín como el inglés), al igual que un correcto uso de la lengua castellana.

  • Sebastián Pica Tellez

    1 Dic 201101/12/11 a las 21:46 hrs.2011-12-01 21:46:01

    Es difícil determinar de quien es la responsabilidad de la actual condición de ciertas áreas de la cultura en Chile, así como el arte y el humanismo, es claro que en relación a otros países del mundo y la misma la Latinoamérica, nuestros niveles de lectura y desarrollo musical no son tan altos, que por ejemplo Argentina. Ahora no se puede echar toda la culpa al Estado o simplemente a nuestro sistema de mercado a esta condición, ya que lamentablemente todo esto depende mucho del entusiasmó personal de las personas respecto al estudio de cada materia y no basta que hayan los recursos para ejercerlo.

    Es así que me he dado cuenta que actualmente no existe mucho interés por la gente, respecto a los estudios humanísticos prefiriendo cosas que están más moda (computación, deportes, cine, televisión, carrete, etc.) o más inmediatas que tienen un fin mas practico (como el caso de las personas que eligen carreras tales como ingeniera, vista como un medio rápido para la ganancia de dinero). Esto se manifiesta en la mayoría de los lugares, en donde, si uno comienza a hablar de esos temas, la gente se muestra inmediatamente desinteresada (y apática) y en que mucha gente apuesta por carreras que generalmente se ven como una forma rápida de tener éxito (en términos monetarios).