Justa desigualdad

Claudio Palavecino 24 Abr 201224/04/12 a las 23:40 hrs.2012-04-24 23:40:24

Axel Kaiser
Abogado,
Doctor en filosofía de la Universidad de
Heidelberg, Alemania

Nunca ha habido ni jamás habrá una sociedad de iguales en un sentido material. Y no la habrá, porque los seres humanos somos únicos; es decir, desiguales en un sentido concreto. Cuando se permite que las personas actúen con libertad, el complejo conjunto de características que nos diferencian, sumado a factores como el azar, deriva en resultados necesariamente desiguales. De este modo, la desigualdad material es, en parte, la inevitable consecuencia de la diversidad humana. Por ello, el proyecto de lograr igualdad material solo puede intentarse destruyendo la libertad, conduciendo así invariablemente a la tiranía y la miseria.
Pero tampoco es la igualdad material buena en sí misma. ¿Acaso es preferible un país en que todos tengan muy poco en cantidades muy iguales a uno donde todos tengan mucho en cantidades muy desiguales? Lo que queremos es una sociedad sin pobres, no una sin ricos. Solo la envidia puede fundar una filosofía cuyo fin sea evitar que algunos se distancien aun si el sistema que permite ese distanciamiento lleva a todos a estar mejor. Si usted y su vecino son igualmente pobres y de pronto la instalación de una empresa en el área en que viven lo enriquece a usted, pero a su vecino mucho más, y usted, en lugar de alegrarse por el éxito de ambos, desea que el Estado -o algo- intervenga para quitarle a su vecino la diferencia, entonces a usted lo que lo mueve es la envidia. Como explicó el sociólogo Helmut Schoeck en su clásico sobre este tema: "el tipo del envidioso no es un ladrón en beneficio propio. Este quiere ver al otro robado, expropiado o dañado sin ver una transferencia de esos bienes a sí mismo... El envidioso cree que si el vecino se quiebra una pierna, él mismo va a poder caminar mejor". Pero más interesante aún, el ex catedrático de Yale agrega: "mientras más se les permite en una sociedad a los privados y a quienes detentan el poder político actuar como si la envidia no existiera, mayor será el crecimiento económico y las innovaciones". (Schoeck, Der Neid und die Gesellschaft).
Esto es así puesto que las políticas que buscan la igualdad material restringen la libertad y, con ello, la fuente del progreso. Según Schoeck, una clara manifestación sociológica de la envidia es el impuesto progresivo.
Este se defiende sobre la base aparentemente ética de que es justo que los que ganan más paguen proporcionalmente más. En realidad, de lo que se trata es de una sanción a aquellos que son más exitosos, como si su ventaja fuera injusta por el mero hecho de existir.
La desigualdad, sin embargo, cuando es el resultado del mercado libre jamás puede ser injusta. Los resultados del mercado no se siguen de voluntad singular alguna y, por tanto, no pueden ser calificados de injustos. (No cabe la aplicación de enunciados éticos a fenómenos de naturaleza espontánea).
El juicio en torno a la justicia o injusticia de lo que los individuos poseen sólo puede realizarse caso a caso.
Ahora bien, bajo reglas de mercado competitivo, la desigualdad material resultante tiene necesariamente su origen en: a) decisiones individuales libres motivadas por la búsqueda del propio interés y, b) el beneficio que, en ese marco, quienes poseen más han generado a quienes poseen menos. Esto último es tan crucial como ignorado. En un mercado libre y competitivo, la única forma de hacerse rico es satisfaciendo las necesidades ajenas. Esto explica el enriquecimiento general que se produce bajo condiciones de libertad.
En ese esquema, aquellos cuyo esfuerzo e ingenio les permite crear los mejores productos al menor precio serán quienes más beneficiarán a la población y, en consecuencia, también los más ricos -los rawlsianos pueden estar tranquilos.
De todo lo anterior se sigue que la injusta desigualdad es aquella en que la ventaja material de algunos deriva de alguna forma de confiscación arbitraria: fraude, monopolios, privilegios estatales, inflación, impuestos transferidos a grupos de interés, etc. Y de esa, sin duda, hay bastante en el mundo.
Última Modificación 24 Abr 201224/04/12 a las 23:41 hrs.2012-04-24 23:41:24
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  • Marc Bahamondes

    23 Jul 201223/07/12 a las 03:37 hrs.2012-07-23 03:37:23

    Ahora entrando derechamente en el debate que se ha generado, creo que definitivamente la desigualdad que se constata entre nosotros, es tremendamente positiva, y enriquecedora.

    Creo que decir que si una persona se hace rica satisfaciendo necesidades de los demás en condiciones de competencia casi perfecta es algo justo, es totalmente irrelevante , al menos jurídicamente hablando.
    Lo único que cabe preguntarse es si esta situación es buena para el mayor número de personas posibles.

  • Marc Bahamondes

    23 Jul 201223/07/12 a las 03:30 hrs.2012-07-23 03:30:23

    Como un enfoque distinto al tema de la calificación de “justa o injusta” para una realidad especifica, en este caso la desigualdad que entre los individuos de nuestra especie se aprecia, quisiera proponer al menos de modo teórico, la radical alternativa de considerar a La justicia como un concepto que esta más allá de consideraciones jurídicas, y desde luego políticas.
    Este simple ejercicio, que corresponde a la misma idea enunciada por Kelsen, nos permitiría prescindir, creo, de un concepto que solo produce confusión y del que lamentablemente solo contamos con definiciones vacías tales como "dar a cada uno lo suyo" etc.
    En su lugar sugiero evaluar nuestra desigualdad desde un punto de vista mas bien concecuencialista, o derechamente utilitarista concecuencialista, vale decir, apreciar un hecho , o una acción, o política pública, no desde la óptica de algún dogma de fe, o moral, señalando en este caso si una acción es correcta o no, ni tampoco desde el punta de vista estético, ni de alguna consideración de justicia sino mas bien apreciar el valor de cualquier hecho o política publica desde el punto de vista de las consecuencias que genera y verificar si son útiles o inútiles.
    Si estas consecuencias son justas o injustas, es un tema que va más allá de las aspiraciones de un sistema legal.
    En el caso de analizar la desigualdad que se aprecia entre nosotros los seres humanos, cabría preguntarse (desde este punto de vista) si esa realidad es “deseable” (o útil) para lograr el mayor bienestar del mayor número de personas. Esta me parece una forma algo alternativa para ver el problema.

  • Andrea Jiménez Laurence

    20 Jul 201220/07/12 a las 00:53 hrs.2012-07-20 00:53:20

    Kaiser está en lo cierto al señalar que la nuestra es una sociedad de desiguales, que esto es producto de la diversidad humana. Así también, que lograr la igualdad material solo se logra a costa de destruir la libertad individual.
    Ya Ray Bradbury en Farenheit 451 nos decía que los hombres no nacen iguales (y que justamente eso es lo hermoso de la vida), que la sociedad y el Estado -mediante coacciones- son los responsables de volvernos una masa uniforme de individuos, sin reparar en las desigualdades que nos caracterizan y diferencian unos de otros. Que son ellos los que, a pesar de que queramos remar en distintas direcciones, nos obligan a elegir una misma dirección y a no intentar lo opuesto, de lo contrario ellos mismos son quienes se encargarán luego de perseguirnos y hacernos volver al cauce único.
    Hallar la fuente del progreso en la libertad es la tarea a la cual debiéramos orientar nuestros esfuerzos. Y esta libertad solo la lograremos asumiendo que cada ser humano tiene diversas necesidades que no siempre son las mismas y que sólo en un mercado realmente libre es posible darle solución a este problema.

  • Álvaro Barros Astudillo

    28 Jun 201228/06/12 a las 22:06 hrs.2012-06-28 22:06:28

    Como ya mucho han dicho, el sostener que no se pueden hacer juicios de valor sobre hechos espontáneos para evitar hacerse cargo de las evidentes desigualdades del sistema liberal, carece de grandes problemas. Considero que se tienen que tener 2 puntos a la vista: primero; es sumamente cuestionable que el mercado como funciona hoy en día sea siquiera cercano a un hecho espontaneo. Tal vez en un sentido sumamente abstracto, donde las leyes del mercado se aplican de forma perfecta, podría entenderse que no existe intención por parte de los actores por generar la desigualdad, sino que simplemente así es como funciona el mercado. Y ese es justamente el problema. La imperfección es lo que lleva a una desigualdad que es reprochable éticamente. Porque no por mérito los más ricos tienen más. No es por su propio esfuerzo que han acumulado riquezas. Sí, es cierto, puede deberse (en algunos casos) a su talento, pero siempre a costa del trabajo de otros que no reciben lo que efectivamente están produciendo (como supuestamente, según el mercado, sí debería ser). Segundo; visto desde otro punto de vista, no es solamente el hecho de que el mercado genere injusticias. Sino que no hace nada para corregirlas. Los que poseen más no hacen nada para evitar la desigualdad material. Y eso sí es un hecho que puede ser catalogado como injusto, independiente de si se acepta la calificación del mercado.

  • Roberto Carrillo A.

    28 Jun 201228/06/12 a las 22:00 hrs.2012-06-28 22:00:28

    Claramente atenta contra todos los principios de la lógica que quienes dedican su vida a los negocios, y a trabajar directamente en los mercados, sean quienes se aprovechen de sus errores y quieran, en una aparente amnesia, que no los regulen.

    Esto quizás podría explicarse porque históricamente, las regulaciones que hace el Estado no son precisamente las más honestas, y menos, las más eficientes. Por eso misma ha existido un progresivo desmantelamiento de la intervención estatal, llegando al rol subsidiario del Estado en materia económica.

    Claramente todo esto ha generado abusos por parte de muchos actores, pero lo que quiero decir que puede ser que algunos desregulados se aprovechen del sistema (eso nadie lo duda), pero así mismo, hay una razón por la cual el Estado no debiera intervenir.

  • Catalina Fernández Carter

    28 Jun 201228/06/12 a las 11:53 hrs.2012-06-28 11:53:28

    Y aunque se desvía un poco del tema, quiero rescatar una parte del artículo que copié, porque me parece interesante para aquellos que defienden la maravilla de la no intervención estatal "a fin de proteger el mercado", cuando lo único que quieren es aprovecharse de sus errores y debilidades.

    "Pero aquí, entonces, se nos presenta una paradoja: quienes en su fuero más íntimo quieren que el mercado falle, al menos en la medida que eso las favorezca, son las empresas, y quien debería preocuparse por el correcto funcionamiento del mercado es el Estado.

    Resulta, por lo tanto, simpático escuchar argumentos que señalan que una mayor intervención del Estado atenta contra el “mercado”, cuando lo que se busca es hacer los mercados más transparentes, corregir los efectos negativos de las decisiones privadas y lograr la provisión de bienes que de manera privada sólo serían producidos para una minoría de la población. Y resulta aún más simpático cuando estos argumentos son usados para defender al mercado por aquellos grupos que en el fondo lo que buscan es que falle."

  • Catalina Fernández Carter

    28 Jun 201228/06/12 a las 11:51 hrs.2012-06-28 11:51:28

    El argumento del profesor Kaiser no es nuevo y es parte del clásico discurso liberal de que nada puede ser injusto si es un fenómeno espontáneo. Como comentaba Sebastián al comienzo, los liberales creen que los resultados del mercado son idénticos a los de un terremoto y por tanto no son ni justos ni injustos, sólo son.
    A mi me parece que dicha argumentación es insostenible bajo las circunstancias actuales de nuestros sistemas de libre mercado. Lo que sucede en la práctica es que quienes defienden el mercado lo defienden sólo en tanto los beneficia y lo intervienen cada vez que los perjudica. Así, los empresarios gritan y alegan que el estado no puede intervenir en sus empresas, pero en el fondo lo único que desean es transformarse en un monopolio, extraer rentas sobrenormales, gozar de ventajas de información y no tener ningún competidor, siquiera potencial. (el argumento sigue aquí ciperchile.cl/ ... -podra-defenderme/). Y ahí sin duda hay injusticias, hay fenómenos que si pueden ser objeto de un juicio de valor.
    Sin duda el profesor Kaiser como buen defensor del mercado nos dice "bueno, pero eso no es el mercado" que es exactamente lo mismo que dicen los comunistas cuando señalan que lo que pasó en la Unión Soviética o en Cuba no es exactamente marxismo sino que ahí fue mal entendido. Dado que este segundo alegato nos parece irracional (un sistema político es lo que es en la práctica, no en la teoría), me parece igualmente inaceptable en el primer caso. El mercado como lo tenemos concebido permite, lamentablemente, que algunos obtengan beneficios en perjuicio de otros. Eso es mercado, les guste o no a los que lo defienden. Eso es el sistema llevado a la práctica.
    Así, creo que es legítimo el alegato de quien dice que el mercado si tiene injusticias. El mercado es injusto toda vez que permite a unos pasar por encima de otros.
    Seríamos iguales y cada alegato respecto del beneficio de otro sería efectivamente envidia sólo en la medida en que comenzáramos siendo iguales. En que tuviéramos idénticas oportunidades. Ello no lo permite un sistema de libre mercado como el nuestro.

  • Roberto Carrillo A.

    11 Jun 201211/06/12 a las 21:01 hrs.2012-06-11 21:01:11

    Comprendo tu argumento Esteban, es una lástima que muchas veces no se pueda cumplir con lo que se consagra en nuestra norma, como ocurre con los garantías constitucionales, que muchas de ellas son inexigibles puesto que en la práctica es imposible dar la prestación que corresponde.
    Realmente no creo que sea plantear una utopía como tu lo señalar, la idea de la elaboración de la norma, y el progreso socio económico es lograr la sociedad perseguida, que un poco la norma construye el marco para que esto sea posible.
    Quizás ocurre un poco lo que dice Kaiser: "¿Acaso es preferible un país en que todos tengan muy poco en cantidades muy iguales a uno donde todos tengan mucho en cantidades muy desiguales? Lo que queremos es una sociedad sin pobres, no una sin ricos".
    El desafío podría estar en encontrar el equilibrio...

  • Esteban Godoy Rivera

    31 May 201231/05/12 a las 19:26 hrs.2012-05-31 19:26:31

    Estimado Roberto: En lo sustancial, parece haber concordancia. Decir, declarar, fijar principios, supone una voluntad y un imperativo. Somos lo que nos parece impostergable ser. Es la salvaguarda también de un modo de ser. Lo crucial -y allí está un fundamento de tu acotación- es que el decir conlleva el hacerse cargo, el actuar en consecuencia, caso contrario nos quedamos en la retórica y en lo moral y socialmente censurable, en la demagogia. Es lo que llamas la exigibilidad. Actuar que, sin duda, legitima, válida y genera confianzas en quienes, desde la gestación de principios, articulan y generan condiciones para que las desigualdades deriven en políticas integrativas y escenarios de efectivas y eficientes oportunidades. Lo coherente, si se aspira a una convivencia sana y a una coexistencia basada en el reconocimiento y la satisfacción de las necesidades y de los derechos, es que la exigibilidad no esté vinculada a la sanción, a la rebeldía y a la protesta de los postergados indignados. Antes que ella y por encima de ella, debiera operar simplemente el hacer lo que se declara, estar a su altura. Es lo que presta consistencia a las comunidades estables y progresistas Luego vendrá -si es que se presentan las frecuentes fisuras- mejorarlas, corregirlas y hasta modificarlas. Eso convoca al ejercicio saludable del diálogo, de la discusión con las necesidad del bien común a la vista, de la generosidad y del desprendimiento. Es posible que aquí se haga presente en mis planteamientos, una clase de utopía que no es otra cosa que la utopía de lo posible que es, finalmente, creer que la voluntad constituye un gesto de exigible anteposición a lo particular y una puerta siempre accesible a la fundación genuina de la justicia distributiva, base por lo demás, de la felicidad a que aspira la persona humana.

  • Dino Schiappacasse

    30 May 201230/05/12 a las 21:53 hrs.2012-05-30 21:53:30

    Estimado Esteban, quisiera hacer la siguiente intervención: en primer lugar quisiera mencionar que todo individuo busca diferenciarse de otro, pese a que tendamos a negarlo, si miramos a nuestro alrededor, cada persona va a preferir ser considerada de forma distinta o que sea considerada como individuo, si no existiera eso todos nos consideraríamos como un aglomerado.

    Por el otro lado, las normas cuyo enunciado tiene carácter general, tienen por finalidad el asegurar la libertad de los individuos, es decir, el disminuir al mínimo la intervención y los óbstaculos impuestos por otros. Esto sería desde la libertad negativa. El problema de ello no tiene que ver con que exista libertad en el actuar de los individuos, ya que en teoría estos también deberían ser los mejores administradores de los riesgos en que incurren en un principio y por eso es que el autor señala que una de las causas de la desigualdad son las decisiones individuales. Frente a lo anterior, el entender que las normas tienen como fin el asegurar la libertad negativa según Berlin no es suficiente, ya que el problema es que estas normas tan generales no son capaces de hacerse cargo de proteger la libertad negativa republicana. En este caso la libertad consiste en la no dominación, es decir que pese a no existir un obstáculo o intervención de parte de otro, yo no puedo elegir mis acciones, ya que bajo ciertos casos seré coaccionado por otro. En consecuencia, las normas generales buscan proteger la libertad negativa según Berlin, pero no son capaces generalmente de hacerse cargo de la libertad republicana. Producto de ello, es que se dijo que esas normas sólo tratan de encubrir una desigualdad.

  • Roberto Carrillo A.

    30 May 201230/05/12 a las 18:08 hrs.2012-05-30 18:08:30

    Sebastián (SPIT)

    Creo que poner el ejemplo de la educación no es lo más correcto en el caso en cuestión, considerando las características que reviste tal derecho (costos altísimos de implementación, ambigüedad de ciertos conceptos como "de calidad" etc). La gracia de la existencia de la norma no es simplemente el cumplir, sino que todas las consecuencias que reviste, es decir, los efectos o mecanismos que el ordenamiento jurídico contempla en tal hipótesis. En especial, considero al imperio que detentan los jueces el mejor modo de resguardar la vigencia de la norma, por tanto considero que la declaración formal de la norma no es un mero cumplimiento, sino es una garantía de la vigencia, y es una advertencia para el infractor de la norma, por tanto, la empresa no hace lo que quiere (en el caso medioambiental, vemos como HOY la norma está cambiando para que se acomode a la realidad, como vemos, la norma será la garante del derecho de las personas, lo que refuerza mi idea de la necesidad de completar las lagunas axiológicas que se vayan generando).

  • Sebastián Pica Tellez

    30 May 201230/05/12 a las 09:36 hrs.2012-05-30 09:36:30

    Roberto (RM)

    Claro que suena entusiasta tu apreciación sobre el rol de la norma, ya que las normas nos son perfectas y no se desenvuelven en la realidad como uno esperaría que lo hicieran, muchas veces pareciera que fueran redactadas simplemente para “cumplir”. No se trata de que simplemente al establecer la norma se cree esta “contracara” de la exigibilidad, que permitiría su concretización en la realidad como uno requiere. Es probable que lo que tu planteas, si tenga correspondencia con la realidad, pero lo que expresa Esteban es muchas veces lo que también pasa (simplemente nos encontramos con declaraciones formales). Nuestra Constitución nos entrega el derecho a la educación pero la coyuntura que vivimos como sociedad actual, se trata justamente de ¿cómo se hace exigible esta?, ¿nos basta la forma en que está planteada? ¿La norma cumple su fin? ¿Entrega real educación? Es así que podemos que ver que no se trata simplemente de que exista la norma, generándose un derecho y una exigibilidad, a veces parecen ser una simple formalidad para acallar los reclamos del pueblo, pero que no otorgan reales soluciones. Lo mismo creo que pasa con muchas de nuestras normas, como las de carácter medioambiental, las cuales existen efectivamente, ¿pero sanción e impiden realmente los desastres medioambientales? A mi parecer no….en ese caso parece que las empresas hacen lo que quieren.

  • Roberto Carrillo A.

    29 May 201229/05/12 a las 17:58 hrs.2012-05-29 17:58:29

    Estimado Esteban,
    Concuerdo que el mantener ciertas frases como meras declaraciones formales puede parecer muchas veces algo insignificante, o como tu dices "Hacerlo, oculta la segregación y el propósito de mantener sólo en términos declarativos aquello de "ser iguales ante la ley" y que todo hombre es "sujeto de derechos," que merece "igualdad de oportunidades," etc." (quiero evitar equivocándome cambiando tu tenor). Considero que lo señalado por ti es cierto pero a medias, ya que es verdad que una declaración formal puede implicar el "mero" cumplimiento de un aparente deber por parte de la autoridad, para que el pueblo se quede tranquilo y no alegue. Pero esto no deja de tener una contracara (cual moneda), que sería que la declaración formal importa así mismo exigibilidad, como así mismo que uno pueda actuar dentro de la sociedad sabiendo de antemano de todos los derechos que tiene, de modo de poder hacerlo de mejor manera. Podría decirse que es algo inútil, pero no es tan así, tener las reglas claras puede generar grandes ahorros para muchos (imagina los grandes ahorros que tienen las empresas al saber que obligaciones tienen que cumplir, con el efecto para sus trabajadores y consumidores finales del bien, favorecidos por el cumplimiento de la norma), como también, es una amenaza latente, puesto que el Estado se compromete a ello, asegurándolo tras imperio.

    Es por decirlo de algún modo, como la prevención general de la norma penal, pero para el Estado, sé que suena un poco entusiasta de mí parte en la importancia e impacto que puede tener la norma, pero sí le reconozco una gran relevancia a la declaración formal, por lo que no la considero como tu, algo tan superficial.

    Saludos

  • Esteban Godoy Rivera

    26 May 201226/05/12 a las 20:40 hrs.2012-05-26 20:40:26

    No hay mejor igualdad que nuestra condición de personas, Así, a secas, La cultura es cultura, la democracia, democracia. Sin apellidos, Hacerlo, oculta la segregación y el propósito de mantener sólo en términos declarativos aquello de "ser iguales ante la ley" y que todo hombre es "sujeto de derechos," que merece "igualdad de oportunidades," etc. La historia, la nuestra, muestra y demuestra que, con extremada frecuencia, se ejerció un poder que actuó bajo el influjo de una suerte de paternalismo camuflado de humanidad y de justicia, que cedió a cuentagotas aquello que exigía un sistema efectivo y eficiente de políticas de integración a todos y a cada uno de los componentes de la comunidad.

  • Esteban Godoy Rivera

    26 May 201226/05/12 a las 20:37 hrs.2012-05-26 20:37:26

    El modelo de desigualdad la sustentan quienes en diversos momentos históricos la impusieron a otros mediante métodos espúreos, revestidas de nominaciones que le otorgaban el matiz de nobles causas como civilización,cultura, seguridad, etc. En su nombre se instauró el despotismo ilustrado; en nombre del proteccionismo se conspiró en contra de la autodeterminación de los pueblos; en su nombre se validó el marginar a toda una comunidad del derecho a la alfabetización; en su nombre se sojuzgó a las masas trabajadoras y se erigió la figura omnímoda del poder. De un poder empleado sin contrapeso para establecer verdaderos ghettos étnicos y la subsecuente ausencia de movilidad social como política de Estado. Allí los monopolios, los grupos o sistemas de concentración, las constituciones hechas a la medida, el flagelo de la marginación, de la instauración de una cultura popular versus otra de elite; allí muchas acciones y todavía más, reacciones respecto de quienes quisieron revertirlo a base de posiciones de efectiva integración e igualdad. Fueron denostados, difamados y querellados.

  • Francisco Alvarado

    25 May 201225/05/12 a las 00:01 hrs.2012-05-25 00:01:25

    Concuerdo bastante con lo agregado por S. Pica; pues, el mismo Sr.Kaiser sostiene que no podría haber resultados injustos sí estos son productos del libre mercado: "La desigualdad, sin embargo, cuando es el resultado del mercado libre jamás puede ser injusta. Los resultados del mercado no se siguen de voluntad singular alguna y, por tanto, no pueden ser calificados de injustos. (No cabe la aplicación de enunciados éticos a fenómenos de naturaleza espontánea)." siguiendo, como todos más o menos intuimos, a Hayek.

    Sin embargo, en esa misma frase Kaiser legitima el "reclamo popular". Claramente el libre mercado es una ficción, sobre todo cuando la mayoría de sus principales actores sueña y lucha por ser monopolio, la regla general parece ser la existencia de mercados con fallas, voluntarias o naturales. Esto lleva necesariamente a que la gente "presuma injusticia" en los resultados del mercado, exigiendo que se pruebe caso a caso que las ganancias han sido legítimamente obtenidas.

  • Sebastián Pica Tellez

    24 May 201224/05/12 a las 23:28 hrs.2012-05-24 23:28:24

    Una frase puntual del articulo de este filosofo me llamo la atención y es cuando expresa “La desigualdad, sin embargo, cuando es el resultado del mercado libre jamás puede ser injusta. Los resultados del mercado no se siguen de voluntad singular alguna y, por tanto, no pueden ser calificados de injustos”. Esta expresión desde una perspectiva liberal pura o de alguien como Hayek, parecería completamente correcta, pero yo no creo que esto sea tan así. La verdad es que si existen personas que a través de su voluntad pueden manipular la economía y lamentablemente hasta el libre mercado (aun que en una situación como esta se podría decir que no estamos en un sistema ideal de libre mercado), es por eso que existen tribunales que regulan a la economía y fiscalizan a este tipo de sujetos como el TDLC en Chile. Para mi es difícil aceptar declaraciones como las que ha dado este señor, ya que se basan en supuestos, en sistemas ideales, que en la realidad no existen. Probablemente si el libre mercado se diera como expresan los teóricos de este en la realidad, su afirmación sería correcta, pero no tiene nada de verdad, ya que se refiere a una ficción, a un modelo ideal como el socialismo o el marxismo, ninguno de los cuales ha funcionado o logrado sus objetivos en la realidad.

  • Roberto Carrillo A.

    24 May 201224/05/12 a las 23:15 hrs.2012-05-24 23:15:24

    Respecto a lo señalado por Pablo, considero que efectivamente pareciera que la izquierda dura pretende la igualdad de los capitales, pero yo lo veo desde otra perspectiva, puesto que en realidad desde su mirada (romántica por cierto) es que haya una igualdad más bien de carácter material, lo cual es un fin perfectamente legítimo (al fin y al cabo es la construcción de una utopía, y siempre necesitaremos soñar para la evolución de nuestra sociedad). Ahora bien, lamentablemente, con la persecución de este mismo fin se terminan carcomiendo todas las bases de la democracia, por cuanto se desvirtúa totalmente los fines de la seguridad social, que no puede (factica ni económicamente) pretenda ser el propulsor de un cambio de fondo. La seguridad social sirve, en cierta medida, para emparejar la cancha, pero no igualar a los jugadores, es la sumatoria de muchos mecanismos y procesos sociales para cambiar realmente las condiciones tan dispares de las personas en nuestra sociedad de hoy.

  • Javiera Ocampo S.

    22 May 201222/05/12 a las 23:14 hrs.2012-05-22 23:14:22

    Respecto a la opiniones dadas por el profesor Kaiser, concuerdo con el en lo referente a que todos los seres humanos somo únicos, particulares; pero también considero que esa particularidad no nos hace desiguales per se. La desigualdad económica a la que se refiere el autor tiene lugar por otras circunstancias, que apoyadas en nuestra libertad de elección implican un cambio en el modo o estilo de vida de los sujetos, en sus deseos y necesidades, y principalmente en sus recursos. Pero a esto, como ya dije no se llega por el simple hecho de que seamos únicos como personas, la diferencia en principio no tiene porque implicar una desigualdad material.
    En este sentido creo que el autor yerra al atribuir a nuestras particularidades como individuos todas las consecuencias de nuestro destino económico, ya que tal como mencionó uno de los compañeros, la desigualdad material tiene muchas otras fuentes, que no se reducen a la mera diferenciación entre los individuos. Así una persona que tiene una excelente educación, que lograr ingresar a una universidad prestigiosa, en principio, tiene mejores (mucho mejores en verdad) expectativas económicas que un sujeto que a penas logró finalizar con su educación básica o media; lo mismo ocurre con aquellos afortunados que nacen en la alcurnia y aristocracia actual (lo menos claramente).
    Así es el azar, lo que en principio marca nuestra posición económica en la sociedad, y luego nuestras capacidades, deseos y aspiraciones para forjarnos un destino mejor.
    Ahora bien, respecto a la afirmación que realiza Kaiser acerca de la envidia como motor de la redistribución económica, concuerdo con Daniel cuando dice que no toda redistribución de la renta responde a esta idea perversa de tratar de desmejorar al otro, sino que muchas veces se busca todo lo contrario, lo que ocurre cuando quien está dispuesto a donar parte de su ingreso lo hace por caridad o solidaridad para con el prójimo.

  • Pablo Ortúzar M.

    30 Abr 201230/04/12 a las 17:04 hrs.2012-04-30 17:04:30

    Estimados,

    Creo que el debate sobre la polémica afirmación de Hayek respecto a que "justicia social" es un concepto vacío más allá de aplicar procedimentalmente las mismas reglas universales a todas las personas -que está de fondo en la polémica columna de Kaiser- se enriquece si entendemos esas reglas como distribuidoras de derechos y obligaciones. Así, en una sociedad donde todos nacen con los mismos derechos y obligaciones, aunque con capitales distintos a movilizar mediante esos derechos y obligaciones, se entendería que el resultado al que se llega no podría ser injusto, asumiendo que esos capitales jamás serán iguales para todos los individuos.

    Sin embargo, se hace evidente que muchas personas que tienen un fuerte déficit en su capital inicial no pueden cumplir de buena forma con sus obligaciones ni ejercer correctamente sus derechos. Así, los grupos humanos deciden privilegiar a quienes tienen ciertos déficits particularmente severos para que puedan cumplir obligaciones y ejercer derechos. Históricamente el Estado, y algunas veces ONGs, se han dedicado a esto, traspasando capitales desde el colectivo o desde miembros de éste a estos individuos.

    El debate sobre la justicia normalmente se concentra en "correr el cerco" de lo que podríamos llamar "privilegios habilitantes". Aquí es donde surgen las disputas más acaloradas entre la izquierda y la derecha modernas.

    La izquierda dura pretende que es posible igualar los capitales iniciales. Eso explica, por ejemplo, su predilección por políticas eugenésicas que evitan el nacimiento de seres humanos discapacitados mental, física o, incluso, socialmente (pobres) o que permitan "planificar genéticamente" a los individuos y su predilección por los sistemas "estatales universales" de servicios básicos y no tan básicos. Así, desigualdad se equipara con pobreza y se considera que los privilegios habilitantes deben extenderse hasta el punto de que todos sean iguales al inicio, y las desigualdades generadas en cada generación sean "reseteadas" en la siguiente. Algo así es la utopía igualitarista y colectivista.

    La derecha liberal y liberal-conservadora y la izquierda liberal (la que renuncia a la utopía de la igualdad total y cree en la libertad individual) siempre han considerado que existe un mínimo objetivo habilitante para poder ejercer derechos y cumplir obligaciones y ha estado dispuesta a que existan privilegios focalizados en quienes están por debajo de ese mínimo. La discusión entre ellos siempre gira en torno a cómo determinar ese mínimo. Lo interesante de este debate es que se entiende que el aumento de privilegios genera concentraciones de poder arbitrario y ellas atentan contra la libertad individual, por lo que la pregunta es por un óptimo de privilegios que no genere una concentración tal de poder arbitrario que atente contra la libertad. En este eje está casi todo el debate político moderno civilizado (que en Chile suele brillar por su ausencia).

    La derecha "liberal" dura (utilitarista / darwinista) llega en la práctica a conclusiones parecidas a la izquierda dura, pero confiando abiertamente en una suerte de "selección natural por el mercado" que elimina a los débiles/improductivos para el mayor beneficio colectivo.

    Por último, los conservadores reaccionarios (tradicionalistas) creen que existe un orden jerárquico natural que la modernidad ha desequilibrado y debe ser reestablecido.

    El debate que llamamos "justicia social", entonces, es, si creemos en la democracia y las libertades individuales, en general, un debate sobre los criterios de asignación de "privilegios habilitantes". En ese eje personas como Kaiser o yo mismo nos ponemos del lado derecho de la distinción, prefiriendo maximizar la libertad individual y considerando que la "inflación de derechos-que-son-privilegios" termina por concentrar altos grados de poder arbitrario en el Estado y atentar, finalmente, contra la democracia y la libertad, lo que se traduce en "capitalismos clientelares" (crony capitalism o corporatism) que se sostienen en el pacto entre la oligarquía del Estado y los monopolistas o bien en populismos voraces que derivan en alguna forma política no democrática y no respetuosa de las libertades individuales.

    Saludos.

  • Roberto Carrillo A.

    29 Abr 201229/04/12 a las 18:28 hrs.2012-04-29 18:28:29

    Creo que los argumentos planteados por Axel Kaiser, pese a estar bien estructurados y bien fundamentados, pecan de poner a los ricos en una situación directamente de empleador o "dueño de una fábrica", olvidando de este modo que en una realidad diversa a la allí planteada, como bien señala Diego, surge antes, en las clases medias altas, donde profesionales bien remunerados tienen una realidad totalmente distinta a un gran porcentaje de la población sin ser, por ello, magnates o dueños de las decisiones de cientos de personas. Creo, humildemente, que la respuesta no está en restringir la libertad, que ha sido uno de los mayores logros de nuestra sociedad contemporánea, sino todo lo contrario, lograr que más personas disfruten de ella, y no reducir la discusión a "patrón y peón", sino a ciudadanos.

    De este mismo modo, es imperativo señalar que es parte de la naturaleza humana la envidia, en distintos grados, pero que ello no tiene porque determinar nuestro obrar, casi de un modo conductista, si el sistema nos permitiera participar de un modo más equitativo, sin llegar, por eso a una igualdad material (además de la dificultad fáctica que conlleva esto).

  • Diego Prieto Rodríguez

    28 Abr 201228/04/12 a las 22:36 hrs.2012-04-28 22:36:28

    Creo que el Sr. Axel Kaiser Barents von Hohenhagen ideologiza a respecto a un mundo teórico muy distinto al nuestro. Me parecerían sus argumentos muy correctos si todos viviésemos en países como Holanda o Luxemburgo (desarrollados) pero no se puede olvidar que la mayoría de los países no funcionan así. Yo estoy en desacuerdo con dos de sus argumentos estructurales expresados en el artículo: en primer lugar cuando él dice que “el proyecto de lograr igualdad material solo puede intentarse destruyendo la libertad, conduciendo así invariablemente a la tiranía y la miseria”. Acá, según mi parecer, está exagerando las consecuencias. Creo, al revés de él, que los seres humanos somos potencialmente iguales, lo que se puede ver en algo tan simple como que material genético de los seres humanos es igual en un 99,9% (o 99% según algunos estudios) Es decir, ese 0,1% (ó 1%) y nuestro contexto social nos determinan. El señor Kaiser seguramente fue a un buen colegio, tuvo buena alimentación, pudo hacer deportes o estudiar un instrumento musical, es decir pudo desarrollar su potencial como ser humano, no así la enorme mayoría de los seres humanos. Yo, al igual que él, considero que la igualdad material (ser o vivir todos iguales) no es para nada un objetivo encomiable, además de irrealizable. Pero todos los seres humanos deberían tener una básica igualdad de oportunidades, llámese material o como se quiera, para que este talento potencial no se pierda. Esto es lo que se ve a diario en países como el nuestro. Yo propongo una mínima igualdad material para que nadie se quede atrás. Es decir, que por medio del esfuerzo (y de una buena educación como señalan mis compañeros más arriba), cualquier persona tenga acceso a surgir según sus intereses o capacidades. Que a ningún niño le falte la leche en su infancia es o que en el colegio pueda aprender inglés son símbolos de esta mínima igualdad material.

    El otro argumento con el que no estoy de acuerdo es el que señala que en el mercado competitivo, aquellos “cuyo esfuerzo e ingenio les permite crear los mejores productos al menor precio serán quienes más beneficiarán a la población y, en consecuencia, también los más ricos”. Quizás, esto pueda lograrse en un modelo teórico e ideal, pero analicemos a modo de ejemplo nuestro país, que según mi punto de vista, no es una sociedad de oportunidades. Hablando entre gente seria, es un hecho que la inmensa mayoría de las fortunas medianas y grandes de Chile no son puramente fruto del esfuerzo personal y la innovación, sino de las estructuras sociales de nuestro país, la barata mano de obra y un régimen militar de 17 años que tanto restringió las libertades que defiende Kaiser .

  • Andrés Muñoz Cárcamo

    27 Abr 201227/04/12 a las 17:44 hrs.2012-04-27 17:44:27

    Es una cuestión evidente el hecho de que los seres humanos somos distintos y, por consiguiente, desiguales; de ello no se sigue que no compartamos una igualdad humana, abstracta, que nos hace, justamente —y valga la tautología—, ser lo que somos. Esta igualdad nos hace poseedores de una dignidad humana inviolable que, para que se llene de contenido y dote efectivamente a las personas de la posibilidad de desarrollarse de manera libre, debe necesariamente ir acompañada de una materialidad suficiente que nos otorgue la capacidad real y efectiva de elección. En este sentido, la “capacidad” de la libertad es una cuestión que va más allá de la definición de libertad negativa/positiva; se refiere a poder realmente realizar aquello que nuestro ámbito de decisión nos permite. Entonces, esta capacidad tiene una interdependencia con el acceso a los bienes materiales, toda vez que éstos actúan como medios de satisfacción de necesidades.

    Ahora bien, de lo anterior no se desprende en lo absoluto que todos debamos tener un acceso igualitario a los bienes materiales (que es lo que critica el columnista, en una argumentación a lo menos maniquea). Sin embargo, sí requerimos de un acceso igualitario a “ciertos” bienes, que nos permitan satisfacer necesidades básicas, como mínimo, y de ahí en adelante, desarrollarnos y competir con los demás en “igualdad” de condiciones. Un ejemplo de ello es la educación. No obstante, es evidente que este escenario no se da en la práctica, y menos en Chile. Unos nacen —y no por fruto del “esfuerzo o el ingenio”— con mayores ventajas que otros y, por consiguiente, tienen muchas más posibilidades de éxito. Así las cosas, la envidia —que provenga desde quienes no tienen la posibilidad de surgir debido a carencia de bienes materiales—se hace justificable.

    Por consiguiente, estoy en completo desacuerdo con la siguiente opinión del columnista: "la desigualdad, sin embargo, cuando es el resultado del mercado libre jamás puede ser injusta". El mercado perfectamente puede erigirse como un espacio de reproducción de desigualdades, de desigualdades injustas que provienen de una asignación de recursos originaria, previa al juego del mercado. O bien, de una distribución inequitativa de recursos producto de la dinámica del mercado y que se ha traspasado y aumentado de generación en generación. Es, entonces, un deber del Estado —en tanto unión política de la comunidad— corregir, primero, las deficiencias en la asignación de los bienes primarios, “rayando la cancha” para que exista una igualdad de acceso a ellos y así una potencial competencia en condiciones homogéneas, y luego, regular eficientemente los mercados para que exista libre competencia y se evite, dentro de lo posible, el abuso de poder de los más iguales a los menos iguales.

  • Josefa Astorga

    27 Abr 201227/04/12 a las 13:07 hrs.2012-04-27 13:07:27

    Concuerdo con Kaiser en el sentido que los seres humanos somos intrínsecamente distintos, desiguales, particulares y con la analogía de los naranjos que plantea E. Arrau en su comentario. Sin embargo, sobre la libertad y en particular, la libertad de mercado a la que se refiere Kaiser, pienso que es imposible de aplicar en la sociedad, puesto que es un ideal, ya que es necesaria la igualdad para que el mercado se pueda desarrollar de manera perfecta y así sus resultados no sean susceptibles de apreciación moral alguna. En nuestro pais no podemos estar mas alejados de lograr la igualdad de información que requiere el mercado, ya que en la vida cotidiana esa información es la educación. Entonces creo que el autor no logra generar aporte alguno, puesto que se queda criticando y tildando de envidiosos a la parte mas desfavorecida de la sociedad, sin preguntarse como logramos emparejar la cancha para que todos los actores del mercado, es decir, nosotros mismos, podamos actuar en un plano de igualdad. Es ahí donde se buscan formas de financiamiento a la educación y es eso lo que nos lleva a establecer los tributos que tan injustos y atentatorios contra la libertad le parecen a Kaiser.
    Creo, sin duda, que el artículo publicado es muy bueno para potenciar un ejercicio mental de argumentación en su contra, pero sumamente inútil para la sociedad en los tiempos actuales, en los que se necesita mas pro actividad en la resolución de problemas que sentarse a criticar.

  • Nicolás Oyarzún Aguirre

    27 Abr 201227/04/12 a las 00:18 hrs.2012-04-27 00:18:27

    Creo que Kaiser yerra al basarse en la premisa de que "Solo la envidia puede fundar una filosofía cuyo fin sea evitar que algunos se distancien aun si el sistema que permite ese distanciamiento lleva a todos a estar mejor". Creo que la justicia (y un sentimiento mínimo de humanidad) pueden sin problemas fundar una filosofía cuyo fin sea evitar que, mientras algunos se llenan de dinero y bienes teniendo más de lo que jamás podrían llegar a necesitar, otros se hundan cada vez más en las carencias y en la angustia del no tener medios para simplemente vivir sin pensar en si mañana tendrán algo con que alimentar a sus hijos.
    Las causas que para Kaiser explican la desigualdad en un sistema como el nuestro (a saber, a) decisiones individuales libres motivadas por la búsqueda del propio interés y, b) el beneficio que, en ese marco, quienes poseen más han generado a quienes poseen menos) se hacen claramente insuficientes para legitimarla. Como señala un comentario, ¿qué pasa con las "oportunidades"? Si aspiramos a legitimar al esfuerzo individual como la causa primera y última de nuestra situación futura, es una condición sine qua non el que todos tengamos las oportunidades y los medios suficientes para que dicho esfuerzo pueda alguna vez rendir frutos.
    ¿Es la desigualdad (per sé) algo malo? Creo que no. Tampoco creo en que la plena igualdad material deba ser el ideal a alcanzar mediante la coerción estatal. Pero los dogmas que Kaiser defiende a ultranza, (si bien explican) no justifican, a mi modo de ver, donde radica la justicia de una desigualdad como la que comentarios anteriores y el mío hemos puntualizado.

  • Nicolás Oyarzún Aguirre

    27 Abr 201227/04/12 a las 00:17 hrs.2012-04-27 00:17:27

    Al profesor Kaiser le parece más dañina (o, a lo menos, más problemática) la "envidia" que mueve a los más desposeídos que la grotesca desigualdad material que se puede producir en países como el nuestro. Asi, como bien sostiene, la desigualdad (económica) es inherente a un sistema de libre mercado: así lo señala la teoría y lo demuestra la práctica. Para ello véase el Chile de hoy. Estos dogmas de la ideología que fervientemente manifiesta (y defiende) el profesor Kaiser, ¿son suficientes para asumir y aceptar la realidad que tenemos ante nuestros ojos? Al menos no para mi. A diferencia del columnista, no creo que la "envidia" sea el problema perverso y despiadado. Sin entrar a batallar en el mundo de las ideas y los grandes teóricos de la idea de justicia, creo que para muchos es a lo menos incómodo (y para otros, entre los que me incluyo, a lo menos aberrante) que en un mismo sistema social y económico pueda encontrarse, por un lado, seres humanos con fortunas inagotables (por el solo hecho de haber nacido en determinadas familias), y otros que se quedan sin aliento día a día (cumpliendo con el inevitable deber del "esfuerzo individual", del "emprendimiento", "búsqueda del propio interés" que les impone el sistema) para tener el dinero para comer, y si les alcanza, pagar sus deudas.

  • Esteban Godoy Rivera

    26 Abr 201226/04/12 a las 20:17 hrs.2012-04-26 20:17:26

    Concuerdo con el profesor Kaiser en relación a que no existe la igualdad material en los seres humanos toda vez que el hecho de que somos únicos es irrefutable. Sin embargo creo que es importante avanzar en dirección a la equidad. Creo que nadie sensato aspirará a una sociedad donde todos sean iguales en un sentido objetivo, eso es imposible, pero creo que lo que se busca es una igualdad de oportunidades, igualdad de elegir que es la base de la libertad que pregona Kaiser. Pareciera ser que el autor hace “tabula rasa”. Parte de la base de que todos tienen las mismas oportunidades en un sistema de libre mercado y que todos pueden llegar a ser exitosos bajo este esquema. Sin embargo existe lo que se denomina “estatus adscrito” por lo que unos tienen ya el camino recorrido, basta que sigan el ejemplo de sus padres, asistan a sus buenas escuelas, vayan a buenas universidades y cursen el postgrado en el extranjero financiado por sus progenitores. ¿Acaso los que no pueden tener esas opciones, no pueden por ser flojos y por que no tomaron decisiones inteligentes en base a un sistema de libertad? Sería de película si todos tuvieran esas oportunidades y ahí se justificaría lo que dice el autor, que cuando se permite la libertad, sólo nuestras decisiones y el azar nos lleva por caminos desiguales. Pero hay gente que ya nace en la desigualdad y es razonable que un Estado tienda a ayudar a estas personas, tienda a establecer beneficios y ayudas por medio de diversas instituciones que les permitan a los jóvenes nacidos en la desigualdad, poder elegir y “competir por el éxito” en igualdad de oportunidades con los demás. No se trata quitarle a los ricos para ayudar los pobres flojos, se trata se financiar un sistema donde exista la verdadera libertad.

  • Tomás Labbe B.

    26 Abr 201226/04/12 a las 20:04 hrs.2012-04-26 20:04:26

    No tengo idea de la vida de Kaiser, pero no creo arriesgar mucho apostando a que es una persona acomodada con tiempo para reflexionar y renombre para ser oído. Desde ahí, es fácil "mirar para abajo" y tildar, sin más, de envidiosos a aquellos que pugnan por estar mejor. Es verdad, es cierto que quien cree q estará mejor porque su vecino empeore su condición (y esto es algo que, si hacemos autocrítica, vemos día a día en nuestras evaluaciones) sólo puede estar motivado por una envidia malsana (si es que la hay sana), pues es sólo una ilusión; es claro que no se gana nada si el otro pierde y no hay ninguna transferencia de bienes.
    Es cierto, pero es evidente. Sin orgullo ni falsa modestia, reconozco ya haber llegado a esta conclusión. Y no soy doctor en nada. Entonces, ¿qué motiva al autor a escribir esto? Será que quiere que el mundo sea conciente de su envidia... puede ser. A mí me parece más un intento por meter a todos en el mismo saco y resolver el asunto diciendo que todos los reclamos sociales (a falta de un calificativo más comprensivo) son pura envidia. Y, me parece claro, que no es así. Sin perjuicio de que algunas veces el odio --incomprensible- al lucro sí lleve a tales extremos.
    En fin, como siempre hago el ejercicio de disociarme de la carrera y el rol de pensadores que a todos nos toca antes estos temas y pensar como una persona más, como una de esos envidiosos... ¿Será que la explicación de que el "mercado no es injusto -ni justo-" tiene algún valor para aquel que no tiene nada que llevarse a la boca? En general, los que escriben sobre estas cosas, escriben para quien pueda leerlo y, en general, quien puede leerlo no está en una situación de extrema pobreza. Hay que hacer el ejercicio de vez en cuando porque si se quiere influir en ese envidioso hay que pensar como el envidioso y no como el envidiado que siempre nos dirá "sí, sí, tienes razón".

  • Eduardo Arrau V.

    26 Abr 201226/04/12 a las 16:52 hrs.2012-04-26 16:52:26

    Imposible no tomar en cuenta "la otra fuente" que agrega S. Jara de la injusta desigualdad; educación. Es una cosa bastante evidente cuando Kaiser afirma que nunca ha habido ni nunca habrá igualdad material, y ojalá nunca la volvamos a tener -seriamente- como ideal. Es como aspirar a que todos los naranjos (árbol) existentes en el mundo den la misma cantidad de fruta y de la misma calidad, simplemente es un imposible y, agrego, innecesario. Hace varios años me convencieron que una buena educación-incluyendo tópicos "más humanos" que intelectuales- provoca que vicios, incluendo la mala envidia, se reduzcan al mínimo en la mente de los humanos y por varias razones.
    Paradojalmente para lograr un cierto balance sano, dentro de una sociedad muy enferma, es inevitable recurrir a instituciones que, no sé porqué Kaiser cree lo contrario, tienden a la igualdad material pero que jamás se acercarán más que un milímetro a ello que no existe. Sin estas medidas no nos sirve de nada la justicia porque gente que no habla bonito como nosotros los estudiantes no entenderá nunca razones como las que da el columnista y perserverará la envidia, el robo de cajeros y malos pensamientos en general, entre otras fechorías que nos quitan la paz social. De esto se entiende que no basta con pensar que la verdadera desigualdad proviene de "alguna forma de confiscación arbitraria" es porque la misma riqueza tiende a ser un centro de gravedad excluyente, de ahí la acumulación, de ahí desigualdad progresiva en los sueldos. Basta recordar la existencia de los miles de ladrones con corbata y no por fraude ni otros similares; por instituciones aceptadas (interés en el crédito...). El fondo de estas ideas es que los ricos seguirán existiendo y los pobres-con más o menos patrimonio según sociedad- y clase media, pero que porfavor esas clases sociales no sean una carga filosófica. Pongamonos de acuerdo en educar a todos bien para darnos cuenta que tener un BMW o lo que sea no es la aspiración última del hombre sino "vivir bien y pasarlo bien", cosa precaria que debiesemos poder hacer con una mente sana y un par de lucas pero que lamentablemente millones no pueden porque les falta lo primero y lo segundo.

  • Daniel Moris O.

    25 Abr 201225/04/12 a las 13:56 hrs.2012-04-25 13:56:25

    Cierto es que somos todos desiguales, pero a le vez también cierto es que somos iguales, pues en cuando persona poseemos todos algo de lo cual es imposible desligarnos, algo inexplicable, pero algo que conocemos. Creo que el profesor Kaiser se queda corto al fundar la redistribución en la envidia -que es verdad-, pues también es posible un traspaso patrimonial de uno con justo derecho a otro movido por la compasión o la caridad, y sólo la primera afecta negativamente la libertad, mientras que la segunda la realiza. Ahora, claramente la caridad obligatoria no existe, así que es lógico que quede fuera del análisis.
    El mercado es el lugar donde cada uno puede, dentro de lo permitido, realizar las acciones que le resulten más ventajosas, y de paso satisfaciendo necesidades ajenas, como bien lo evidencia Kaiser, pues es el intercambio mutuo el que produce el bienestar social. El mercado no puede ser injusto, como tampoco sus resultados, pero sí podrán serlo quienes actúen en él sin respetar los límites, por eso tiene sentido la prevención final de la columna, y por eso tiene sentido decir que no hay libertad sin regulación.
    Esto deberíamos, sin embargo, desde mi perspectiva, separarlo de los "grandes avances" de la sociedad, los grandes inventos, los grandes cambios, las grandes decisiones, los que a mi parecer han sido siempre llevados a cabo por una élite (no en sentido peyorativo), en ocasiones justamente aquella a la que despojan de lo suyo. Claro, puede usarse a la gente para hacer masa y aumentar el número, pero esto no borra mi imagen de que el pueblo es mejor para seguir que para crear. Así, una sociedad de pobres está destinada al fracaso, como quizás también una de solamente ricos, pues no hay que evitar mirar que han sido quizás sentimientos no tan nobles, como la envidia, el deseo de poseer y de ser más que el otro, los que nos han llevado a donde estamos hoy. Mejor no hacer "como si la envidia no existiera", mejor tomar el toro por las astas, y si nuestro desastroso destino como occidentales nos lleva a ser un motor incesante de deseo, que al menos el motor mueva algo.

  • Miguel Pelayo S.

    25 Abr 201225/04/12 a las 12:41 hrs.2012-04-25 12:41:25

    Concuerdo en la reflexión del profesor Kaiser, pero creo que su argumento debe ser llevado un poco más allá de la imposibilidad de calificar moralmente la desigualdad humana por ser un acto involuntario. Como seres humanos hemos renunciado a la tranquila vida de los instintos, y sufrimos el peso de la razón y los sentimientos en nuestras vidas. Conforme avanzamos en humanidad, hemos desarrollado conceptos morales y formas de pensamiento/vida que profesan ciertos valores como objetivos a alcanzar o seguir. En esa perspectiva, por ejemplo, la famosa frase de Ulpiano, "no dañar a nadie, vivir honestamente y dar a cada uno lo suyo" es una máxima que puede ser interpretada de diversas formas, en especial en su última parte, por lo que "dar a cada uno lo suyo" puede variar considerablemente según la época histórica y social que se viva. Por tanto, siguiendo el ejemplo, actualmente el desarrollo y la expansión de la moral cristiana más allá de las fronteras de la fe, han hecho que "dar a cada uno lo suyo" se interprete en una manera que se entienda que algunos deben dar forzosamente en favor de otros aquello que les pertenece por justo derecho, por la sola razón de tener más y de soportar el deber moral y social de proporcionar a otros medios suficientes para vivir dignamente.

    Con todo, agotar la discusión solamente en la perspectiva de que somos todos desiguales y que tal desigualdad no es moralmente apreciable, es olvidar la dimensión humana racional, social e histórica que han transformado a lo largo de los tiempos a la sociedad.

  • Sebastián Jara Luengo

    25 Abr 201225/04/12 a las 11:57 hrs.2012-04-25 11:57:25

    De hace mucho tiempo que se viene declarando que los hechos "no voluntarios" no pueden evaluarse en cuanto a su justicia. No es justo ni injusto que llueva, que haya un terremoto, que salga el sol. No lo es tampoco el que vivamos (aunque en cierto sentido el acabar con la vida pareciera un hecho voluntario), pero de un tiempo a esta parte cada resultado que proviene del "mercado" se le hace esta evaluación. Raro, pues el mercado no es más de lo que es la sabana africana: un espacio donde cada cual es libre de realizarse a su manera.
    Concuerdo en aquello con el profesor Kaiser, y claro está que la injusticia apreciable no viene de un resultado propio del libre mercado, sino de sus alteraciones o fallas: monopolios, fraudes, impuestos especiales, etc. Pero también creo que provienen de otra fuente: la desigualdad anterior, aquella que en un momento se le llama "éticamente neutra", provoca en las nuevas generaciones que unos tengan más libertad que otros al momento de desenvolverse en el mercado. Y es ahí donde creo, juega un papel de suma relevancia la educación, nivelando "hacia arriba", de manera que todos quienes ingresan a esta "arena", lo hagan en la posición más homóloga posible.