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China
El ataque del dragón

Es el gran mercado del futuro, pero hoy la pujanza de China amenaza el modelo de crecimiento de América Latina.

Diego Fonseca
Ciudad de México

Ha pasado más de un año desde que Philips mudó su planta de producción de pantallas de TV de Ciudad Juárez, en la frontera mexicana con Estados Unidos, a China. En México, adonde llegó con su primera fábrica en 1957, Philips aún posee 12 fábricas. No es poco. Pero eso importa poco frente a China, donde la compañía holandesa ha decidido montar su nuevo centro de producción global. Philips ya tiene allí 23 factorías que producen US$ 5.000 millones anuales en mercancías, dos tercios de las cuales se exportan. "El mercado está incierto", dice Félix Ramírez Montiel, gerente de comunicación y mercadeo de Philips Mexicana. "México podría recibir algunas inversiones para ensamblaje de video y audio, pero la prioridad la tiene China".

China se está convirtiendo en la fábrica del mundo, desde donde las multinacionales están lanzando una nueva ola conquistadora. Eso se ha convertido en una amenaza para el modelo de desarrollo de los países latinoamericanos.

La competitividad china, basada en bajos salarios y abundante mano de obra, inversiones en capacitación tecnológica, una economía de escala y una férrea disciplina social, demuele muchas de las pocas ventajas competitivas de América Latina. México, que basó su crecimiento en la década pasada en maquilas de bajo valor agregado, como las textiles y electrónicas, casi un calco de la estrategia oriental, está primero en la lista de víctimas.

La China de hoy, el cuarto productor industrial del mundo, es el resultado de la apertura del Partido Comunista a un esquema que combina iniciativa estatal con apertura al capital privado local e internacional. Sobre la base de una moneda subvaluada, las exportaciones chinas han crecido un 50% en la primera mitad de 2002 y son un eslabón clave en la cadena de abastecimiento de las multinacionales. Eso se ha traducido en exportaciones por US$ 640.000 millones, equivalente al 20% del PIB chino. O a la totalidad del mexicano.

El gobierno garantiza a esas empresas un programa especial, el One Stop Shop, que otorga desde exenciones fiscales y asistencia técnica hasta fábricas preconstruidas o terrenos gratis. [En toda América Latina no hay un programa similar.] Para ingresar a China, basta que las empresas internacionales acepten asociarse a una empresa local, generalmente una corporación paraestatal.

"China está sacando enorme ventaja en el posicionamiento internacional [respecto de América Latina]", dice Jesús Viejo, economista jefe de Goldman Sachs para América Latina, en Nueva York. "América Latina está demasiado orientada al comercio intrarregional y las materias primas, mientras China va a mercados desarrollados con manufacturas. Y esa orientación latina, que siempre fue una desventaja antes que China fuera una amenaza, lo es más ahora".

Para poner las cosas en claro: desde hace 20 años China trabaja pacientemente en su posicionamiento. Primero con las baratijas a granel y luego con maquilas de bajo valor. Pero ahora China ambiciona producir tecnología de avanzada. Y los números le cierran. Su productividad se ha disparado, y en la última década el ritmo de crecimiento económico ha duplicado el de los salarios, debidamente ajustados por inflación.

"Para las naciones emergentes la lección es clara: ellas necesitan fomentar un ambiente de innovación y competitividad", dice Paul Coughlin, director para el Asia-Pacífico de Standard & Poor’s, en Hong Kong. "Rígidas prácticas laborales e impedimentos para la inversión extranjera directa más inestabilidad en la conducción económica pondrán indudablemente en desventaja a las economías de América Latina".

Las señales son claras y fuertes. La atención del mundo se orienta a China y se aleja de América Latina. En 2002, según cifras de la Cepal, la región percibió US$ 38.980 millones de inversión extranjera directa, un 43% menos que en 2001. En cambio, según su propio gobierno, China alcanzó los US$ 52.700 millones de inversión.



"Es importante ver el impacto del acceso de China a la OMC no sobre el flujo de inversiones actuales de bienes y servicios, sino las que ellas generarán para darle mayor capacidad exportadora futura", dice Isidoro Hodara, coordinador académico de posgrado en estudios internacionales en la Universidad ORT, en Montevideo. "Con las reformas consolidadas y el seguro de no revisión [de reformas, dispuesto por el gobierno], el flujo de inversiones seguirá incentivado y América Latina será más desplazada".

La carne de México está muy arañada por el dragón chino. Las maquiladoras de bajo valor agregado del país vuelan como moscas espantadas. Extraoficialmente, se estima que el 85% de los fabricantes de zapatos tomaron ruta a Beijing. Lo mismo ha ocurrido con los textiles y las ensambladoras tecnológicas. Sony, NEC, VTech, On Semiconductor y la fábrica de películas para rayos X de Kodak también han migrado. Sólo IBM y Microsoft se llevaron a Asia proyectos por casi US$ 1.000 millones. Esas mudanzas han dejado 300.000 trabajadores cesantes desde 2000.

Todo esto es entendible. El salario chino por hora, incluidos beneficios e impuestos, es de US$ 0,27, cuatro veces inferior al mexicano. "Perder la maquila de bajo costo es un hecho", dice Sergio Raimond Kedilhac, director de entorno económico del Ipade, una de las principales escuelas de negocios mexicanos. "El modo de hacerlo menos grave es decir que ese trabajo ya no lo queríamos, pero no debimos abandonarlo saltando al vacío mientras no tuviéramos el otro trapecio, el de la innovación".

KEYNES CHINO. Ahora China está tomando más ventaja de México, actuando velozmente para resolver su déficit de infraestructura y conectar su vasto territorio. Así, cada vez que el volumen de exportaciones se contrae, millones de obreros chinos salen a las calles a crear infraestructura. Los últimos proyectos –la construcción de líneas férreas y de metros, una presa y tres redes de energía nacionales– insumen US$ 142.000 millones. [El plan latinoamericano más ambicioso, Puebla-Panamá, impulsado por el gobierno mexicano, cuesta siete veces menos... y sigue estancado.]

Sus burócratas están demostrando que piensan más en el futuro que en los logros del pasado y en una escala nunca vista en el mundo. "Ellos son pragmáticos", dice Raimond Kedilhac. "Esa idea [inversión estatal en infraestructura] es keynesiana y, como les sirve, la toman".

México ha descubierto que la competencia con China será más peligrosa cuanto más tarde en encontrarle la vuelta. Su gobierno está desvelado por EE.UU., adonde los chinos podrán exportar sin aranceles en tres años mientras México debe esperar hasta 2009.

Eso es crítico. México envía a EE.UU. el 90% de sus exportaciones. El año pasado, armada de toneladas de textiles y electrónicos de bajo costo, China desplazó a Japón como tercer exportador a EE.UU. Esos productos son los mismos que representan el 42% de la producción maquiladora mexicana.

Y no es sólo eso. De los 20 rubros exportados por México a EE.UU., 12 están amenazados por los chinos, dice un reciente informe de Merrill Lynch. China está respirando en la nuca de México y no tardará en desplazarlo del segundo puesto como proveedor de EE.UU., como ya hizo con Japón.

Como nadie ve una salida a mano, las escuelas de negocios se han transformado en salones de terapia para empresarios angustiados. El Ipade comenzó a seguir de cerca a China en 1997, cuando las reservas del país oriental igualaron su deuda, por entonces de US$ 143.000 millones. Imaginaron que cuando China tuviera reservas propias por US$ 200.000 millones (está cerca de conseguirlas) podría asumir un rol mucho más agresivo en el mundo. Sin deber ese dinero a nadie dispondría de una plataforma de financiamiento propia capaz de dar combustión a una mayor agresividad exportadora. Mal que nos pese, eso ya está ocurriendo.

El Ipade ha asumido un rol activo en el debate sobre China en México. El año pasado presentó al presidente Vicente Fox una propuesta para mejorar la competitividad sistémica de la economía, que incluía reformas fiscales y laborales, entre otras. Pero la reacción del gobierno fue desconcertante: sucumbió a los reclamos empresariales y adoptó medidas proteccionistas para varios sectores en riesgo. El proyecto del Ipade duerme en un cajón.

Si el temor encabrita a México, imagine qué pasa en economías más endebles. Centroamérica y el Caribe, que carecen de economías muy diversificadas, han puesto sus esperanzas en la firma del acuerdo de libre comercio con EE.UU. para salvar su maquila textil, sangrante por la competencia china.



Pero también tienen que ocuparse de su competitividad en otros aspectos. Enviar un contenedor de textiles nicaragüenses a EE.UU., por ejemplo, cuesta US$ 2.500. A los chinos les sale US$ 1.200, pues utilizan cargueros de hasta 5.000 contenedores, frente a los poco más de 1.000 de los centroamericanos, que ven sus costos incrementados por la pésima infraestructura carretera y ferroviaria hasta los puertos.

MAREA ROJA. A la par que China alumbra una década de éxitos, algunos están preguntándose si eso no se traducirá en otra década perdida, como en los 80, en América Latina. Quizá sea muy distinto. Integrada a la OMC como gran jugador, China inaugura un nuevo período en la economía internacional, tan impactante como la revolución industrial inglesa o el surgimiento de EE.UU. como potencia del siglo XX.

Adaptarse a ese escenario es la única salida posible. "Hay un efecto positivo de China como país comprador", dice José Antonio Ocampo, secretario ejecutivo de la Cepal, en Santiago. "El mercado asiático, distinto al japonés, es la única fuente de dinamismo para el comercio internacional de América Latina; y China es un país que ha venido creciendo como destino de las exportaciones latinoamericanas".

Hay optimistas que creen que la presión generada por China sobre las economías latinoamericanas no podrá sostenerse mucho tiempo ni cerrará todos los caminos. "[Los chinos] no se convertirán en la fábrica del mundo", dice Viejo, de Goldman Sachs. "Llegará un momento en que a algunas compañías les convendrá estar en México o Europa del Este; si será en 2010 o 2020, no lo sé, pero, a mediano tiempo, está ahí".

La primera reacción ante el descubrimiento de un mercado de 1.200 millones de consumidores como China es intentar exportar. En Uruguay han visto crecer la demanda de lana cruda. Los ecuatorianos confían en vender pepinos de mar y flores, tanto como los colombianos.

Pero hay que mostrar mejor músculo. China puede comprar commodities, que son un tercio de las exportaciones latinoamericanas, y eso está bien. Sin embargo, es arriesgado confiar el crecimiento a productos de precios decrecientes co-mo los agrícolas o a las manufacturas simples, donde China escribe las reglas.

"China nos despertó al hecho de que hay industrias propias de los países desarrollados en las que no debiéramos estar", dice Alberto Trejos, ministro de Comercio Exterior de Costa Rica. "La competencia entre China y los grandes será bárbara y es un reloj despertador de que no debemos estar allí".

Hay que ser creativos. En Perú, por ejemplo, confían en atraer inversionistas chinos para que maquilen en su país y aprovechen sus aranceles preferenciales para exportar a EE.UU. Si logra tentarlos, Perú sostendría parte de su maquila cuando en 2005 caiga el acuerdo multifibras que impide a los chinos vender libremente a EE.UU.

Pero el músculo debe estirarse más: América Latina debe relevar qué puede venderle al mundo, no sólo a China. Eso fue lo que hi-zo China: seleccionar en qué productos tiene ventajas, hacer todo lo posible para producirlos, y venderlos.

Incapaz de competir con los bajos costos chinos, la alternativa para América Latina pasa por sumar valor agregado. Servicios, diferenciación, marca. Más tecnología. Ya hay experiencias exitosas en ese juego. La cerveza mexicana Corona, una de las pocas marcas latinoamericanas globales, ya es la segunda más vendida en China. El caramelo Butter Toffes, de la argentina Arcor, también marcha bien allí.

Y está la brasileña Embraer, que parece tener estilo para cualquier pelea. El año pasado se asoció a la china AVIC II y montó una fábrica de regional jets para abastecer al mercado corporativo, que, presumen, demandará 640 aviones pequeños durante los próximos 20 años. Embraer mostró reflejos, al punto de anticiparse a Bombardier, su archienemigo canadiense, que aún no ha obtenido su permiso de fabricación.

En Brasil temen por el crecimiento de la producción industrial china, pero creen ver en Oriente más oportunidades que riesgos. Antes que enfrentarse, Brasil quiere asociarse con la producción asiática generando lo que los chinos no tienen. "China exporta baratijas, mientras nuestro mercado son los productos de medio y gran valor tecnológico, como electrónicos, metalmecánicos y automovilísticos", dice Bernd Rieger, director de Rieger Auditoria de Investimentos, en São Paulo.



Pero volvamos a Centroamérica. Tomó cinco siglos, pero las naciones del istmo han comprendido que sólo serán viables si ofrecen economía de escala como conjunto. A fines de enero, en una reunión preparatoria para el TLC con EE.UU. realizada en San José, propusieron a los representantes estadounidenses integrar verticalmente sus industrias textiles con los productores del sureste de EE.UU.

La idea adopta el modelo de integración de las maquilas textiles dominicanas y fue bien recibida. "Debemos pensar estrategias de bloque, tanto a nivel de unidades de producción como de logística, e ir a la consolidación de empresas y al arribo de empresas con economía de escala regional", dice Gabriel Pasos Lacayo, presidente de la Cámara de Industrias de Nicaragua.

La salida, basada en la diferenciación con China y complementación con la mayor potencia mundial, podría darles alguna chance más. En Costa Rica hay una idea similar para el encadenamiento tecnológico montado alrededor de Intel. Las empresas de la cadena son de capitales, diseños y creatividad locales y están profundamente integradas a Intel. "Es un patrón distinto al de Asia, porque permite ver en qué nicho acomodarse", dice Trejos, el ministro tico.

Y no hay que quitarle el ojo a Chile. Su gobierno está copiando el modelo irlandés, ofreciendo incentivos a las compañías internacionales para que elijan al país como base para sus operaciones en el Cono Sur. "La estrategia chilena, y en cierta medida la mexicana, son las correctas: estabilidad macroeconómica y política, tipos de cambio flexibles, diversificación de socios comerciales con énfasis en mercados avanzados, y continuar con una segunda generación de reformas estructurales encaminadas a incrementar la competitividad del sector privado", dice Viejo, de Goldman Sachs.

VENTAJAS MEXICANAS. También los preo-cupados mexicanos han encontrado que el valor agregado recompensa. Su industria de partes aeroespaciales y aeronáuticas, instalada en Saltillo, en el norte del país, está sacando ventaja a China tirando de su cercanía geográfica a EE.UU.

Precisamente, Merrill Lynch encuentra más atractivo a México para fabricar productos cuyas especificaciones varían rutinariamente, cuando las necesidades de aprovisionamiento son urgentes y cuando los productos son demasiado grandes, lo que encarece su traslado en barco desde China.

Un ejemplo es la industria automotriz y de autopartes. "Los 10 años de TLC han construido asociaciones importantes entre compañías locales y estadounidenses", dice Eduardo Uribe, analista de Standard & Poor’s, en Ciudad de México. "Ahí habrá una oportunidad de incrementar las exportaciones mexicanas apenas repunte la economía de EE.UU.".

Pero esto no es tocar el cielo con las manos. Esos desarrollos son insulares y adquirir competitividad sistémica toma tiempo. "Para que [el salto] no sea problemático hay que estar muy al día en tecnología y acceso al financiamiento expedito y barato, porque las inversiones son muy grandes", dice Joaquín Vial, director del Proyecto de Competitividad Andina de la Universidad de Columbia. "Pero, claro, ése es el mayor problema de América Latina, con décadas de mal manejo macro y ahorro deprimido, y mínima posibilidad de acceso a los mercados de capitales".

Saltar varias generaciones tecnológicas hacia economías super profesionales es un desafío sin receta única. Si algo morigera la dimensión del reto para América Latina es que China también tiene los suyos. Las inversiones estatales para apuntalar el crecimiento están inflando su déficit público. Además, China debe seguir reduciendo el intervencionismo estatal y montar una salida democrática a la autocracia del PC sin provocar inestabilidad. "Es un punto que no conozcamos el riesgo político de China", dice Doug Thomas, profesor de estrategias empresariales en América Latina de Anderson School of Management, en la Universidad de Nuevo México, EE.UU. "Sí lo conocemos en Venezuela o en Brasil, pero no sabemos cómo China seguirá jugando el juego".

Pero esto no deja de ser un ejercicio teórico que, así ocurra, no resolverá la realidad periférica de América Latina. La región debe superarse a sí misma, mirando con lupa cómo aprovechar las fortalezas y debilidades del dragón. El tiempo corre.

Con informes de Óscar Bailly en Ciudad de México, Max Alberto Gonzales en Sao Paulo y Felipe Aldunate en Santiago.

    


 
En forma
Quién es quién en el ranking de competitividad del WE

                         
2001        2000

Chile                    28            26
China                  33            39
Uruguay               42            46
Costa Rica           43            35
México                 45           42
Brasil                   46           44
Panamá               50           53
Rep. Dom.            52           50
Perú                    54            55
Colombia             56            65
El Salvador           57           58
Argentina             63           49
Venezuela            68           62
Guatemala            70          66
Paraguay              72          72
Ecuador               73           68
Nicaragua             75           73
Honduras              76           70
Bolivia                  78           77
Haití                     80            –

Fuente: WEF, 2002